Homilía para el 2° domingo de Pascua 2017

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Testimonio comunitario del Resucitado

Pascua2 A 17

Estamos reunidos para celebrar el acontecimiento central de nuestra fe: la Resurrección de Jesús, el Hijo de Dios. Toda la semana, de domingo a domingo, lo hemos vivido como el mismo día. Este es el acontecimiento del que tenemos que dar testimonio todos los días, no solo personalmente sino también de manera comunitaria. Este es un desafío para nosotros, pues en general vemos y vivimos nuestra condición cristiana sin referencia a la comunidad.

Testimonio comunitario del Resucitado

Textos: Hch 2, 42-47; 1 Pe 1, 3-9; Jn 20, 19-31.

Pascua2 A 17

Estamos reunidos para celebrar el acontecimiento central de nuestra fe: la Resurrección de Jesús, el Hijo de Dios. Toda la semana, de domingo a domingo, lo hemos vivido como el mismo día. Este es el acontecimiento del que tenemos que dar testimonio todos los días, no solo personalmente sino también de manera comunitaria. Este es un desafío para nosotros, pues en general vemos y vivimos nuestra condición cristiana sin referencia a la comunidad.

Ciertamente fuimos recibiendo el Bautismo de uno por uno, pero al ser bautizados nos insertamos en la Iglesia, que es comunidad y que se hace concreta en los barrios y en la parroquia. De hecho, en el Sínodo que realizamos hace poco más de veinte años, aclaramos que la parroquia es una comunidad de comunidades, es decir, una comunidad grande integrada por muchas comunidades pequeñas. Éstas son los barrios, colonias y ranchos en los que se hace vida comunitaria, a ejemplo de los primeros cristianos, como escuchamos en la primera lectura.

Los textos bíblicos recién proclamados nos ayudan a caer en la cuenta de que debemos dar testimonio comunitario del Resucitado. Este debe ser de dos maneras: de palabra y con el estilo de vida. Comunitariamente debemos proclamar a Jesús y vivir de acuerdo a lo que Él nos enseñó.

En el Evangelio aparece el testimonio comunitario de palabra. El mismo día de la Resurrección Jesús se hizo presente entre sus discípulos. Sus discípulos y discípulas estaba reunidos en Jerusalén, encerrados por miedo a los judíos, tristes y desalentados por su muerte. Allí llegó, los saludó deseándoles la paz y les enseñó las llagas de sus manos y su costado. Ellos se llenaron de alegría, se reanimaron en su experiencia de fe en Él; luego les dio el Espíritu Santo y los envió a la misión, pidiéndoles que perdonaran los pecados.

En este encuentro no estuvo Tomás. Andaba fuera de la comunidad y no vivió el primer encuentro comunitario con Jesús resucitado. Los demás le dieron testimonio del Resucitado. Le dijeron que lo habían visto. Esta es la tarea que tenemos y debemos anunciar a Jesús de palabra. Tomás no les creyó y les pedía pruebas para creerles; sin embargo, seguían anunciándole a Jesús y platicándole de su encuentro con Él. Así tiene que ser nuestro testimonio: debemos darlo, aunque no nos crean, aunque no nos hagan caso, aunque nos ignoren. Esta es la tarea de la Iglesia. A los ocho días, Jesús llegó nuevamente con sus discípulos y ya estaba Tomás entre ellos. Le echó en cara que no creyó en el testimonio que le dieron los demás. Se convenció cuando lo vio, lo escuchó y tocó sus llagas. Hasta dijo una profesión de fe: “Señor mío y Dios mío”.

La otra manera de dar testimonio es con el estilo de vida. En el texto de Hechos de los Apóstoles se nos describe la vida de la primera comunidad. Ellos vivían unidos, se reunían constantemente en sus casas y en el templo, escuchaban la Palabra, celebraban la Fracción del Pan, compartían los alimentos con alegría, oraban juntos, ponían en común sus bienes y los vendían para solidarizarse con los pobres. Su testimonio convencía y muchos se integraban a su vida.

Así es que tenemos el compromiso de dar testimonio del Resucitado como comunidad. No podemos ser bautizados sin estar ligados a nuestra propia comunidad, no podemos considerarnos cristianos sin colaborar a que nuestro barrio y nuestra parroquia den testimonio comunitario de Jesús. Hay que hacerlo de palabra y con nuestro estilo de vida, aunque no nos crean. La participación en esta Eucaristía nos fortalece para salir a la misión, impulsados por el Espíritu Santo.

23 de abril de 2017

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