Homilía para el 1er domingo de Cuaresma 2017
Rechazar la tentación de ser como Dios
En los textos bíblicos de este domingo, el primero de la Cuaresma, nos encontramos con las tentaciones de la humanidad y con el modo de vencerlas. Nadie se ha librado de ser tentado por el Diablo, pero tampoco nadie ha quedado solo en la prueba, porque Dios ayuda. Adán y Eva vivieron esta experiencia; Jesús mismo, al terminar sus cuarenta días de retiro, oración y ayuno fue puesto a prueba por el tentador. Adán y Eva no son sólo dos personas sino toda la humanidad; en ellos vamos nosotros. En Jesús está asumida toda la humanidad, no solamente su humanidad individual. Con ellos entramos en comunión: con Adán y Eva por la inclinación al mal y por las consecuencias de haber caído en el pecado; con Jesús por el don de la gracia, por la cual recibimos la justificación. Este don lo renovaremos hoy con la Comunión sacramental para mantenernos en la lucha contra las tentaciones, como le pediremos en el Padre nuestro.
Rechazar la tentación de ser como Dios
Textos: Gn 2, 7-9; 3, 1-7; Rm 5, 12-19; Mt 4, 1-11.
En los textos bíblicos de este domingo, el primero de la Cuaresma, nos encontramos con las tentaciones de la humanidad y con el modo de vencerlas. Nadie se ha librado de ser tentado por el Diablo, pero tampoco nadie ha quedado solo en la prueba, porque Dios ayuda. Adán y Eva vivieron esta experiencia; Jesús mismo, al terminar sus cuarenta días de retiro, oración y ayuno fue puesto a prueba por el tentador. Adán y Eva no son sólo dos personas sino toda la humanidad; en ellos vamos nosotros. En Jesús está asumida toda la humanidad, no solamente su humanidad individual. Con ellos entramos en comunión: con Adán y Eva por la inclinación al mal y por las consecuencias de haber caído en el pecado; con Jesús por el don de la gracia, por la cual recibimos la justificación. Este don lo renovaremos hoy con la Comunión sacramental para mantenernos en la lucha contra las tentaciones, como le pediremos en el Padre nuestro.
La tentación fundamental está en la propuesta y el deseo de ser como Dios. De aquí viene todo lo demás. A nuestros primeros padres, el Diablo, en figura de serpiente, les hizo creer que Dios les había prohibido comer del árbol que estaba en el centro del jardín porque si comían sus frutos iban a ser como Él; se llenarían de poder y sabiduría, podrían vivir como dioses, tener todo el poder, conocer todo, hacer y deshacer. Se la pintó bonita y cayeron; pensado ser como Dios, inmediatamente descubrieron que estaban desnudos –era la vergüenza– y ya no se podrían encontrar con el Señor como lo hacían de ordinario.
Jesús también fue probado en la misma condición. A Él, el tentador le propuso que aprovechara su condición de Hijo de Dios para satisfacer su necesidad de alimento convirtiendo las piedras en pan, para tener a los ángeles a su servicio si se aventaba desde lo alto del templo y para ser dueño de todos los reinos del mundo si se arrodillaba ante él y lo adoraba. Jesús no cayó en la tentación de querer ser como Dios, de estar a su mismo nivel, de recibir el honor, la gloria y la alabanza. Él se mantuvo en su condición de Hijo de Dios, en su compromiso de obedecerlo. Así se lo manifestó al Diablo y le respondió sostenido en lo que decía la Escritura: que había que escuchar y practicar la Palabra de Dios, que no había que tentarlo y que solamente a Él había que servir.
A nosotros nos sucede lo mismo que a Adán y Eva y a Jesús. Continuamente somos puestos a prueba por el Demonio. La tentación es la misma: pretender ser como Dios. Quien tiene dinero, tiene poder, se hace famoso, tiene gente a su servicio, hace y deshace, destruye la naturaleza, se siente dueño de bienes y personas, no ocupa de Dios porque se ha puesto en su lugar. Ese no es el camino seguido por Jesús sino el que marca el demonio; y sutilmente lo propone a través del sistema socio-económico y político en que vivimos: basado en el mercado, el consumismo, la ganancia, el desecho, el descarte, el acaparamiento. Hace que todo eso sea atractivo, que se busque a como dé lugar, que se luche hasta encarnizadamente por conseguirlo.
Pidamos a Dios que caminemos por donde caminó Jesús: en la obediencia a Él y su proyecto del Reino; pidamos que vivamos el servicio, la entrega, la solidaridad, la justicia, y que las asumamos libremente como Jesús, hasta su última consecuencia: la cruz. Entremos en comunión con Él, escuchando y poniendo en práctica la Palabra salida de la boca de Dios, diciéndole al tentador: “Retírate, Satanás”, sirviendo a Dios y rechazando todo lo que nos conduzca a querer ser como Él. Sellemos este proyecto con la Comunión sacramental.
5 de marzo de 2017