Homilía para el 1er domingo de Adviento 2016
Advertencia e invitación
Este domingo iniciamos el tiempo de preparación para la celebración de la Navidad. Estamos ya en el Adviento. Serán cuatro semanas destinadas a entrar en nuestra persona, nuestras familias, nuestra comunidad y sociedad, para revisarnos y llegar bien dispuestos a la celebración del Nacimiento del Hijo de Dios. Estos domingos nos encontraremos con el testimonio de los profetas Isaías y Juan Bautista, de san José y la Virgen María, que nos ayudarán en nuestra preparación.
Advertencia e invitación
Textos: Is 2, 1-5; Rm 13, 11-14; Mt 24, 37-44.
Este domingo iniciamos el tiempo de preparación para la celebración de la Navidad. Estamos ya en el Adviento. Serán cuatro semanas destinadas a entrar en nuestra persona, nuestras familias, nuestra comunidad y sociedad, para revisarnos y llegar bien dispuestos a la celebración del Nacimiento del Hijo de Dios. Estos domingos nos encontraremos con el testimonio de los profetas Isaías y Juan Bautista, de san José y la Virgen María, que nos ayudarán en nuestra preparación.
En la Palabra de Dios encontramos hoy una advertencia y una invitación. Jesús advierte a sus discípulos sobre su segunda venida. La primera ya fue hace dos mil años, cuando se encarnó en el vientre de María y se hizo uno como nosotros. Esta venida la recordamos, celebramos y agradecemos el 25 de diciembre. De la segunda no sabemos cuándo será; lo que sí sabemos es que llegará. De ahí la invitación a estar velando y a mantenernos preparados para el retorno de Jesús.
Para animar a sus discípulos a hacer caso a la advertencia, Jesús puso dos ejemplos. Uno fue el de Noé, que recibió de Dios el anuncio de la destrucción de la vida sobre la tierra. Dios, dice el Génesis, se había arrepentido de haber creado a los humanos porque estaban llenos de maldad y sus proyectos tendían siempre al mal, y en el mundo aparecía la violencia por dondequiera. Noé era justo y honrado entre los suyos y fiel a Dios. Dios le pidió que hiciera un arca y entrara en ella con toda su familia. Cuando menos esperaban sus contemporáneos, vino el diluvio y murieron todos, hombres y animales; sólo Noé y su familia se salvaron. A esto se refería Jesús cuando dijo que podía pasar lo mismo con su segunda venida.
El otro ejemplo fue el del padre de familia que, si supiera la hora en que el ladrón entraría a su casa, estaría vigilando y no permitiría que le robara. Todos sabemos lo que significa que lleguen los rateros a la casa. Así Jesús invita a todos sus discípulos a estar preparados, porque a la hora menos pensada Él va a regresar. Y tenemos que hacerle caso.
Lo mismo nos puede suceder con las advertencias respecto a la Casa común: que no les hagamos caso. La estamos agrediendo, maltratando, destruyendo, descuidando, a pesar de la vida que nos da. Se nos ha estado diciendo que necesitamos un planeta y medio para el estilo de vida que llevamos, dirigidos por el mundo del mercado, el consumo y la ganancia; se nos está haciendo conciencia de que no nos va a durar mucho si seguimos en este ritmo. Y casi nadie hace caso.
Estar en vela, estar preparados, significa estar actuando personal y comunitariamente de acuerdo al Evangelio: en la justicia, la misericordia, la atención a los últimos de la sociedad. Isaías presenta el sueño de Dios para la humanidad. Espera que se acaben las guerras y todo tipo de desavenencias, que no haya más armas, que no se alce la espada entre los pueblos, que las armas se conviertan en instrumentos de trabajo, que todos los pueblos de la tierra se unan en uno solo y todos puedan encontrarse con Él. Que se acaben la violencia, la pobreza, la destrucción.
San Pablo nos invita a despertar del sueño, a dejar las obras de las tinieblas, revestirnos con las armas de la luz y con Jesucristo. La razón es la venida de Jesús, cada vez más cercana. En esto consiste precisamente el Adviento: estar despiertos, vigilantes, atentos, y trabajando por vivir la justicia, la hermandad, la solidaridad, el amor. Que nuestro encuentro sacramental con Jesús, que hoy vendrá a nosotros hecho Pan y Vino, nos impulse a mantenernos con las actitudes necesarias para recibirlo cuando sea su segunda venida. Dispongámonos a recibirlo en la Comunión.
27 de noviembre de 2016