Homilía para el 1er domingo de Adviento 2014

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Velar y estar preparados

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Este domingo iniciamos el camino de preparación hacia la Navidad. Lo queremos hacer en la estilo cristiano porque el motivo de esa fiesta anual es la Encarnación y Nacimiento del Hijo de Dios en nuestra carne mortal. Por lo tanto, nuestra preparación tiene que ser en la dinámica de la conversión. Por eso los textos bíblicos, especialmente el Evangelio, nos recuerdan la invitación de Jesús a velar y estar preparados para el momento en que Él regrese de su viaje.

Velar y estar preparados

Textos: Is 63, 16-17. 19; 64, 2-7; 1 Cor 1, 3-9; Mc 13, 33-37.

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Este domingo iniciamos el camino de preparación hacia la Navidad. Lo queremos hacer en la estilo cristiano porque el motivo de esa fiesta anual es la Encarnación y Nacimiento del Hijo de Dios en nuestra carne mortal. Por lo tanto, nuestra preparación tiene que ser en la dinámica de la conversión. Por eso los textos bíblicos, especialmente el Evangelio, nos recuerdan la invitación de Jesús a velar y estar preparados para el momento en que Él regrese de su viaje.

Velar implica estar despiertos, como el trabajo que realizan los veladores durante la noche. Ellos no se pueden dormir porque llegarían los ladrones y se llevarían lo que hay. Es una vigilia activa, por lo que Jesús también pide la preparación; esto significa estar realizando las tareas que se nos han encomendado. Lo importante de esta preparación está en vivirla no por miedo al que la encomendó sino totalmente convencidos de que esa es nuestra responsabilidad.

La tarea que Jesús nos encargó fue la de ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio a toda la creación. Esto es lo que tenemos que estar realizando todos los días de nuestra vida, personal y comunitariamente. Esta misión es lo que hace a la Iglesia: si no salimos a llevar el Evangelio, si nos quedamos en paz, encerrados en nuestras casas –dormidos, podemos decir–, estaremos bautizados pero no seremos Iglesia, porque lo que hace a la Iglesia es precisamente la misión.

Hoy nos podemos preguntar si estamos despiertos en relación a la encomienda que Jesús nos dejó antes de viajar hacia su Padre. ¿Estamos trabajando en la misión? ¿Los papás les están anunciando el Evangelio a sus hijos? ¿Les dan buen testimonio?, porque el testimonio es la primera forma de evangelizar. ¿Los van formando en una vida conforme al Evangelio? ¿Estamos participando en algún servicio de evangelización en nuestro trabajo, barrio o colonia?

Si hemos respondido que sí, entonces estamos velando y preparándonos para la llegada del Señor; si vemos que no estamos realizando la misión, eso quiere decir que nos la estamos pasando dormidos y hemos perdido la conciencia de la segunda venida de Jesús. En este caso, nos podemos unir a la plegaria del profeta Isaías con la que reconoce que, en su libertad, el pueblo de Dios ha caído en el pecado, la injusticia, la impureza, el olvido. Y se necesita la conversión.

La conversión es el cambio del corazón, de proyectos a realizar, de actitudes en la vida. En el Bautismo fuimos constituidos misioneros y enviados a llevar el Evangelio por todo el mundo. Jesús nos está pidiendo ser como los veladores en esta encomienda que dejó a sus discípulos. Al comenzar el camino hacia la Navidad, ya próxima, ocupamos fortalecer nuestro proceso de conversión para que toda nuestra vida esté encauzada hacia el anuncio del Evangelio.

El mundo del mercado nos está invitando a comprar y consumir con motivo de la Navidad. Lo vemos por dondequiera y lo escuchamos en los medios de comunicación. Necesitamos discernir en medio de este ambiente la llamada del Señor a velar y estar preparados, para que no nos encuentre dormidos sino activos en la misión. Volvamos al sentido original de la Navidad y retomemos el camino correcto para llegar bien preparados a su celebración, el 25 de diciembre.

Al inicio del Adviento, retomemos el trabajo de veladores en la misión. Con la celebración de esta Eucaristía dominical expresemos nuestro deseo de que el Señor nos siga modelando, como hace el alfarero con el barro, para convertirnos en verdaderos misioneros. Que la participación en la Comunión sacramental nos reanime y nos mantenga despiertos, vigilantes, alertas, en nuestra preparación para recibir al Señor que llega. Por lo pronto recibámoslo hecho Pan y Vino.

30 de noviembre de 2014

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