Homilía para el 19º domingo ordinario 2102
Pan bajado del cielo
Textos: 1 Re 19, 4-8; Ef 4, 30-5, 2; Jn 6, 41-51.
En la reflexión que hace después de la multiplicación de los panes, Jesús se presenta como pan. Es una imagen muy cercana a nuestra vida. El pan es algo de todos los días. El pan simboliza a todo el alimento. Expresar que no tenemos pan equivale a decir que no tenemos qué comer. No podemos vivir sin pan. El pan es un regalo de Dios; por eso Jesús nos enseña a pedírselo en nuestra oración diaria. Jesús no solo dice que Él es pan, sino que es el pan vivo bajado del cielo.
Pan bajado del cielo
Textos: 1 Re 19, 4-8; Ef 4, 30-5, 2; Jn 6, 41-51.
Escucha la homilía → Ordinario19 B.
En la reflexión que hace después de la multiplicación de los panes, Jesús se presenta como pan. Es una imagen muy cercana a nuestra vida. El pan es algo de todos los días. El pan simboliza a todo el alimento. Expresar que no tenemos pan equivale a decir que no tenemos qué comer. No podemos vivir sin pan. El pan es un regalo de Dios; por eso Jesús nos enseña a pedírselo en nuestra oración diaria. Jesús no solo dice que Él es pan, sino que es el pan vivo bajado del cielo.
Esta afirmación de Jesús creó confusión entre los judíos. Su problema no era en relación a que Jesús fuera pan; eso podemos y debemos ser todos para los demás. La dificultad para ellos era que Jesús afirmaba que había bajado del cielo. Con esto hace relación al pan que los israelitas recibieron en el desierto, cuando caminaban hacia la tierra prometida. Ellos tenían clara conciencia de que el pan –el maná y las codornices– lo habían recibido de Dios.
El problema era que a Jesús lo conocían bien, aunque no sabían su origen. Lo conocían porque nació y creció entre ellos, porque era uno como todos, porque en nada se diferenciaba de los demás: tenía una familia, tenía su trabajo, convivía con los demás. Como que eso no coincidía con lo que Jesús decía de sí mismo: que era un pan bajado del cielo. Ciertamente todos venimos de Dios y somos responsables de convertirnos en presencia de Dios para los demás.
Jesús se presentó como alimento venido de Dios. Él era, y sigue siendo, pan vivo, pan que fortalece para el camino de la vida, pan que no solo produce la vida sino la vida eterna. Y también nos invita a comérnoslo. Comernos a Jesús es mucho más que comulgar en la Misa. Comernos a Jesús implica conocerlo, escucharlo, aceptarlo, estar de acuerdo con lo que dice y hace, querer vivir como Él, proclamarlo. Y al comulgar sacramentalmente asumimos todo esto.
En nuestro tiempo poco vivimos el encuentro con Jesús, poco se le conoce, poco esfuerzo hacemos para seguirlo en su camino, poco nos alimentamos de Él. La vida cristiana en general se reduce a ir a la Misa. Como que con eso tenemos. Pero nos falta profundizar en la persona y la misión de Jesús, encontrarnos con Él como alimento para la vida, saborear sus enseñanzas, asimilar su mensaje. El pan que comemos ordinariamente nos da fuerza para vivir y trabajar.
Elías había perdido el sentido de la vida, al grado de quererse suicidar. Pero el Señor lo alimentó con pan y continuó su camino. Caminó durante cuarenta días hasta llegar al Monte Horeb para encontrarse con Dios y seguir en su misión. El pan del cielo lo fortaleció, pero tuvo que comérselo. Eso nos pide Jesús en relación a Él: que nos lo comamos. No se vive como cristiano solamente viendo a Jesús en las imágenes, en los crucifijos, en los posters. Hay que comerlo.
Quien se alimenta de Jesús lleva una vida en el amor. Pablo nos exhorta a vivir amando. Señala cómo son y cómo viven los verdaderos discípulos de Jesús: no son ásperos, no se enojan, no insultan, no maldicen, no hacen el mal; al contrario, son buenos, comprensivos, saben perdonar, son hermanos. No se puede lograr esa vida sin el encuentro con Jesús. Y ese encuentro tiene como culmen el momento de comerlo sacramentalmente en la Eucaristía.
Hoy tenemos esa oportunidad. Ya escuchamos a Jesús que nos habla y se nos presenta como pan vivo bajado del cielo; nos dice que quiere que nos lo comamos para tener vida, para trabajar a favor de la vida. Enseguida se nos dará como pan. En el momento de la consagración dirá que ese Pan es su Cuerpo que se entrega por nosotros y nos pedirá que hagamos lo mismo en relación a los demás. Dispongámonos a saborear en la Comunión el Pan bajado del cielo.
12 de agosto de 2012