Homilía para el 19º domingo ordinario 2013
No temer
Textos: Sb 18, 6-9; Hb 11, 1-2. 8-19; Lc 12, 32-48.
En el texto del Evangelio Jesús invita a sus discípulos y discípulas a vivir la confianza. Cuando una persona le dice a otra: “no temas”, le provoca seguridad, confianza, tranquilidad. Y si esta expresión va acompañada de otras palabras como: “aquí estoy”, “estoy contigo”, “no pasa nada”, entonces la persona que las escucha se siente respaldada, sobre todo si está en un peligro, un problema o una dificultad. Así nos dice Jesús hoy, pero lo hace en relación al Reino de Dios.
No temer
Textos: Sb 18, 6-9; Hb 11, 1-2. 8-19; Lc 12, 32-48.
En el texto del Evangelio Jesús invita a sus discípulos y discípulas a vivir la confianza. Cuando una persona le dice a otra: “no temas”, le provoca seguridad, confianza, tranquilidad. Y si esta expresión va acompañada de otras palabras como: “aquí estoy”, “estoy contigo”, “no pasa nada”, entonces la persona que las escucha se siente respaldada, sobre todo si está en un peligro, un problema o una dificultad. Así nos dice Jesús hoy, pero lo hace en relación al Reino de Dios.
La respuesta de confianza expresa la fe. Incluso decimos que le tenemos fe a una persona cuando nos quiere ayudar. Tener fe equivale a confiar en el otro, sabiendo que no nos va a defraudar ni nos va a hacer daño. En este domingo que nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía, la Palabra nos invita a renovar nuestra fe en Dios y nos prepara para recibir la Comunión sacramental, que nos alimenta para fortalecer nuestra experiencia de misioneros de Jesús.
La razón que Jesús nos da para que no temamos está en que Dios ha pensado darnos su Reino. El Reino de Dios es pues un don suyo y hay que agradecérselo. El Reino de Dios es un estilo de vida en el amor, la justicia, la solidaridad, la armonía, la paz. Para recibirlo se necesita tener fe en que se puede vivir, en que es algo que viene de Dios aunque no lo veamos. Pero tanto la fe como el Reino implican una respuesta activa, como nos dice Jesús.
Con varios ejemplos de la vida ordinaria, Jesús nos invita a vivir la confianza en Dios y su proyecto del Reino: estar listos, con la túnica puesta, con las lámparas encendidas; estar despiertos, en vela, esperando, vigilando. Esto lo dice en relación a su segunda venida, de la que no sabemos ni el día ni la hora. Y para nosotros estar en esta actitud, signo de la confianza en Jesús y su promesa, es mucho más que estar cumpliendo las tareas de la vida ordinaria.
Las tareas de todos los días: arreglar la casa, ir al trabajo, arrimar qué comer, hacer la tarea… las realizamos porque son humanas, independientemente de la religión que tengamos y no exigen la fe. A lo que Jesús se refiere es a los trabajos a favor del Reino y, por tanto, a la misión que tenemos como Iglesia. En esto es donde nos pide estar vigilantes, despiertos y trabajando todo el tiempo, pues lo que nos encomendó fue ir por todo el mundo a evangelizar.
Esta misión la tenemos que vivir confiados en Jesús, con la fe en que Dios nos hará experimentar la vida de su Reino, aunque no veamos signos claros de su presencia. En las dos primeras lecturas se nos presentan dos ejemplos de fe: primero el pueblo de Israel que, confiado en la palabra de Dios, se dispuso a salir de la esclavitud en Egipto; luego, en la Carta a los Hebreos, Abraham y Sara que le creyeron a Dios cuando les prometió una descendencia numerosa.
Si Jesús nos dice que no temamos es porque está con nosotros en el cumplimiento de la misión y porque Dios nos hará entrar en su Reino, si es que luchamos por él. Nuestra respuesta debe ser, por tanto, de confianza, creyendo en sus promesas. Esto es lo que nos debe motivar a estar trabajando siempre en la misión, aunque no veamos los frutos. Él vendrá un día y espera encontrarnos activos en el anuncio del Evangelio. No nos vaya a encontrar desprevenidos.
Hoy, Día del Señor, se nos presenta la oportunidad de renovar nuestra confianza en Dios. Al recitar el Credo expresemos que creemos en Él y su proyecto del Reino y que, por lo mismo, nos comprometemos a trabajar por conseguirlo. Al comulgar recibiremos la fuerza necesaria para mantenernos despiertos y activos en la misión. Que este encuentro sacramental nos impulse a seguir confiando en Jesús, que nos dice que no temamos, ya que Dios nos da su Reino.
11 de agosto de 2013