Homilía para el 19º domingo ordinario
Comer el Pan vivo bajado del cielo
La revelación de Jesús como el Pan vivo bajado del cielo causó conflictos y desconcierto, como acabamos de escuchar en el texto del evangelio. Cuando a alguien no le interesa ni Jesús ni las cosas de la comunidad o de la sociedad, siempre les va a poner peros o va a hablar mal de ellos. Así le sucedió a Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm. Esto nos puede ayudar para prepararnos a recibir de manera sacramental a Jesús, el Pan vivo bajado del cielo, en la Comunión.
Comer el Pan vivo bajado del cielo
Textos: 1 Re 19, 4-8; Ef 4, 30-5, 2; Jn 6, 41-51
La revelación de Jesús como el Pan vivo bajado del cielo causó conflictos y desconcierto, como acabamos de escuchar en el texto del evangelio. Cuando a alguien no le interesa ni Jesús ni las cosas de la comunidad o de la sociedad, siempre les va a poner peros o va a hablar mal de ellos. Así le sucedió a Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm. Esto nos puede ayudar para prepararnos a recibir de manera sacramental a Jesús, el Pan vivo bajado del cielo, en la Comunión.
Jesús se ofreció aquel día en la sinagoga, y se sigue ofreciendo hoy, como Pan para ser comido y dar vida. Lo que espera es que lo comamos y que, a través de nosotros, la vida de Dios que Jesús nos trae llegue al mundo, a la sociedad, a la naturaleza. Muchos judíos no lo aceptaron, sino que lo rechazaron y pusieron sus pretextos. Dijeron que cómo podía venir del cielo si conocían a sus padres, José y María. No aceptaban que hubiera sido enviado por Dios. En un sentido amplio todos y todas venimos de Dios a través de nuestros papás, somos un don suyo. En sentido estricto, Jesús sí es el enviado de Dios para la salvación de la humanidad. Y en este sentido es que lo tenemos que aceptar, recibir, comer, seguir y dar testimonio. Esto está faltando a la mayoría de los bautizados.
Además de pedirles que no murmuraran, Jesús dijo que para llegar a Él es necesario hacerle caso a Dios, escucharlo, aprender de Él y acercarse a su Hijo. Esta es la tarea de los papás, pues al presentar a cada uno de sus hijos al Bautismo se comprometen a educarlos en la fe. En este sentido, los papás se convierten en instrumentos de Dios para que escuchen su voz y aprendan de Él, de modo que sus hijos e hijas se sientan atraídos por Jesús y se conviertan en discípulos suyos. No hay que renegar ni poner peros o pretextos para realizar esta tarea, pues son los primeros catequistas de sus hijos, son profetas, sacerdotes y pastores de sus hijos, son ministros de Dios para sus hijos.
Jesús espera que lo comamos, que lo aceptemos sin trabas, que hagamos nuestro su mensaje al servicio del Reino, que realicemos sus mismas obras, que vivamos en el servicio y la entrega de la vida. Todo esto significa comerlo como Pan bajado del cielo, como Carne que da vida al mundo. Si lo comemos día a día, tendremos fuerzas para el camino, como Elías que, después de comer el pan que el Señor le envió, continuó su camino durante cuarenta días para encontrarse con Él. Y Jesús es el Pan que Dios nos regaló para tener vida en abundancia y para prolongarla en la sociedad.
San Pablo nos ofrece algunas cosas que debemos tener en cuenta para expresar que aceptamos a Jesús, que lo comemos, que creemos en Él. Nos invita a vivir amando como Cristo. Con otras palabras, nos está diciendo lo mismo que dice Jesús: que lo comamos para no morir. Pablo nos pide desterrar de nosotros la aspereza, lo duro, lo rasposo para con los demás; nos pide desterrar la ira, el coraje, el rencor; nos pide desterrar la indignación –no se trata de no sentir coraje ante las injusticias, abusos, faltas de solidaridad, sino de no reaccionar con agresividad–; nos pide desterrar los insultos, las agresiones, los desquites; nos pide desterrar la maledicencia, las insidias, las calumnias, la difamación; nos pide desterrar de nosotros toda clase de maldad. También nos invita a ser buenos, comprensivos y a perdonarnos unos a otros, como Dios nos perdonó en su Hijo. Todo esto va ligado al hecho de comer el Pan vivo bajado del cielo.
Preparémonos a recibir este Pan en la Comunión, para que recibamos la fuerza y la vida que ofrece y las prolonguemos en la vida familiar, en la vida comunitaria, en la vida de la sociedad, en la vida de la Casa común. Renovemos nuestro compromiso bautismal como discípulos de Jesús.
12 de agosto de 2018