Homilía para el 18º domingo ordinario 2021
Jesús aclaró que tanto el maná como el pan verdadero son un don de Dios.
El Pan, don de Dios
Textos: Éx 16,2-4.12-15; Ef 4,17.20-24; Jn 6,24-35
A Jesús le pedían un signo para creerle. Como que no bastaba el signo de la multiplicación de los cinco panes y los dos pescados, con lo que habían comido más de cinco mil personas. Le pusieron como ejemplo el maná que los israelitas habían comido en el desierto cuando iban hacia la tierra prometida. Ante esta petición, Jesús aclaró que tanto el maná como el pan verdadero son un don de Dios. Hoy domingo recibiremos este Pan en la Comunión.
A la gente que lo andaba buscando, Jesús le reprochó que querían seguir comiendo pan gratis, pero les ofreció el verdadero pan del cielo. No quiere decir que el alimento de cada día no haya que buscarlo, ni que no haya que luchar para ganarlo. Es importante que a nadie le falte que comer y es una responsabilidad de las comunidades y de la sociedad asegurarles a todos sus miembros el pan para el día. También es necesario que nadie acapare los alimentos porque esto provoca el hambre de otros; si a muchos les falta comida es porque otros han acumulado; si hay quien pasa hambre, es porque hay quien acumula y hasta desperdicia. En esto hay una enseñanza en el texto del Éxodo que se proclamó. Como respuesta a las quejas de su pueblo, Dios pidió a la comunidad de los israelitas que cada quien tomara lo que ocupaba para el día, tanto de codornices como de pan; no más, pero tampoco menos. Sobre este don de Dios en el desierto, Jesús ofreció otro pan, el verdadero.
Jesús aclaró que el pan que los israelitas habían comido en el desierto, hecho que le habían recordado para pedirle un signo que los ayudara a creer en Él, no se lo había dado Moisés sino Dios. Moisés fue solamente el intermediario para llevarle a Dios el sentir de su pueblo y para comunicar a los israelitas los mensajes de Dios. Las codornices y el maná fueron dones de Dios. De la misma manera, el Pan verdadero que Jesús ofrece es un don del Padre Dios. Este pan es Él mismo. Jesús fue enviado para dar la vida al mundo.
A sus discípulos y a quien quiera tener vida verdadera, nos despierta el deseo de recibirlo. La gente le pidió que les diera siempre de ese pan. Jesús mismo nos enseñó a pedirlo; lo hacemos cada que rezamos el padrenuestro: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Ese pan, además del alimento material que necesitamos para mantenernos con vida y con energías, es Jesús. Él nos da su palabra, que nos anuncia el Reino de Dios y nos indica el camino para hacerlo presente; pero sobre todo se nos da de manera sacramental. Se queda en el pedazo de pan consagrado para que lo comamos y tengamos fuerza para trabajar por hacer presente el Reino de Dios en el mundo, para que la vida que Él trajo la prolonguemos, para que luchemos porque nadie acapare el pan y porque nadie pase hambre.
En esta Eucaristía dominical agradecemos a Dios el don del pan, el pan material que tenemos día a día y el Pan verdadero, que es Jesús. Pidamos al Señor que nunca nos falte el verdadero Pan del cielo; que no dejemos de buscarlo y escucharlo diariamente en los evangelios, ya sea personalmente, como familia o como comunidad; que no dejemos de recibirlo sacramentalmente en la Comunión, especialmente los domingos. Al comulgar hoy, renovemos nuestro compromiso de colaborar para que a nadie le falte el don del pan.
1º de agosto de 2021