Homilía para el 18º domingo ordinario 2014

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Del hambre a la Eucaristía

Ord18 A 14

Acabamos de escuchar un texto que nos sirve de referente para valorar nuestras Misas, sobre todo las dominicales. Como cada domingo, hoy nos hemos congregado para encontrarnos con Jesús en la Eucaristía; y la Palabra nos ayuda a preparar nuestro encuentro personal y comunitario con Él. Jesús vivía la compasión ante las necesidades de la gente, se le removían las entrañas ante el sufrimiento y se ponía a atender a las personas, como acabamos de escuchar.

Del hambre a la Eucaristía

Textos: Is 55, 1-3; Rm 8, 35. 37-39; Mt 14, 13-21.

Ord18 A 14

Acabamos de escuchar un texto que nos sirve de referente para valorar nuestras Misas, sobre todo las dominicales. Como cada domingo, hoy nos hemos congregado para encontrarnos con Jesús en la Eucaristía; y la Palabra nos ayuda a preparar nuestro encuentro personal y comunitario con Él. Jesús vivía la compasión ante las necesidades de la gente, se le removían las entrañas ante el sufrimiento y se ponía a atender a las personas, como acabamos de escuchar.

Mientras que Jesús vivía su servicio al Reino en la atención a la gente en sus necesidades, sus discípulos actuaban de manera diferente. Ellos captaron la situación de las personas –también estaban sintiendo el hambre–, pero no se les removieron las entrañas. No se compadecieron sino que se desentendieron; le pidieron a Jesús que mandara la gente a buscar y comprar qué comer. La situación de la gente no era la suya, por lo que no se sentían responsables.

Jesús les hace caer en la cuenta de que la solución del problema no tiene que ser así, ignorando a la gente, mandándolos a que consigan el pan del día. Ellos deben hacer propia el hambre de las personas y hacerse responsables de darles de comer. Este fue el camino seguido por Jesús, este debe ser el modo de actuar de los discípulos y discípulas de Jesús. Qué bien nos queda esta enseñanza de Jesús. Cuánta gente pasa hambre y nosotros nos desentendemos.

Los discípulos ya habían echado tanteadas con lo que tenían: cinco panes y dos pescados. Eso no alcanzaba ni para el comienzo. ¿Cómo dar de comer a más de cinco mil personas con eso? Era algo prácticamente imposible. Sin embargo era el punto de partida. Lo poquito que se tiene, si se comparte alcanza para todos. Y así sucedió. Jesús les pidió que le llevaran esos panes y pescados. Luego los tomó, dio gracias a Dios, los partió y se los dio para repartirlos.

El hambre de la gente propició la celebración de la Eucaristía. El sufrimiento removió las entrañas de Jesús, la necesidad movió a sus discípulos a buscar qué comer, quien algo tenía no lo guardó egoístamente sino que lo compartió; lo que se puso en común se agradeció a Dios, pues el alimento es don suyo; los panes y los pescados fueron bendecidos, pues eran fruto del trabajo humano. Así se repartió el alimento, ajustó, todos comieron, se saciaron y hasta quedó.

A pesar de que le pedimos a Dios el pan de cada día, la situación en el mundo es otra. Qué comer hay suficiente, sin embargo millones de personas se están muriendo de hambre. Entre nuestros vecinos hay quienes no tienen para el pan del día y nosotros conocemos su situación. Hemos entrado en el ambiente de la indiferencia, nos hemos hecho insensibles. No somos capaces de dejar que, al igual que a Jesús, se nos remuevan las entrañas; menos de hacer algo.

Nuestras Eucaristías quedan muy lejos de parecerse a las de Jesús. Cada ocho días tendríamos que traer nuestra experiencia de compartir el pan a lo largo de la semana. Eso es lo nos pide Jesús con su testimonio. Él enseña que el camino para llegar bien preparados a la Misa dominical es la sensibilidad ante el sufrimiento de los pobres, dedicar tiempo y recursos para atender sus necesidades, poner en común lo que se tiene, compartir desde nuestra pobreza.

Hoy repetimos el gesto de Jesús de tomar el pan y el vino, dar gracias a Dios, bendecirlos, partirlos y distribuirlos. Jesús se sigue entregando hoy como aquel día de la multiplicación de los panes, como en la Última Cena, como en la cruz. Preparémonos a recibirlo para fortalecernos y salir de esta celebración a vivir la compasión, a compartir nuestro pan, a responder como comunidad a las necesidades de los pobres, a prepararnos para la Eucaristía del próximo domingo.

3 de agosto de 2014

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