Homilía para el 17° domingo ordinario 2017

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Encontrar el Reino

Ordinario17 A 17

En los últimos domingos hemos estado escuchando y reflexionando varias parábolas, con las que Jesús comparó el Reino de Dios: la del sembrador, la semilla buena y la cizaña, la semilla de mostaza, la levadura en la masa. Hoy nos encontramos con otras tres: la del tesoro escondido, el comerciante en perlas finas y la red. No olvidemos que el Reino de Dios es un modo de vivir: en el amor, la justicia, la solidaridad, el perdón, la armonía entre nosotros, con la naturaleza y con Dios. Con la Comunión nos alimentamos para seguir luchando por mantenernos viviendo así.

Encontrar el Reino

Textos: 1 Re 3, 5-13; Rm 8, 28-30; Mt 13, 44-52.

Ordinario17 A 17

En los últimos domingos hemos estado escuchando y reflexionando varias parábolas, con las que Jesús comparó el Reino de Dios: la del sembrador, la semilla buena y la cizaña, la semilla de mostaza, la levadura en la masa. Hoy nos encontramos con otras tres: la del tesoro escondido, el comerciante en perlas finas y la red. No olvidemos que el Reino de Dios es un modo de vivir: en el amor, la justicia, la solidaridad, el perdón, la armonía entre nosotros, con la naturaleza y con Dios. Con la Comunión nos alimentamos para seguir luchando por mantenernos viviendo así.

En la primera parábola Jesús dice que el Reino es como un tesoro escondido en un campo que alguien se encuentra. Esa persona no lo buscaba y por casualidad se lo encuentra. Se llena de alegría, lo vuelve a esconder, va a vender todo lo que tiene y compra la parcela con la finalidad de hacer suyo el tesoro. En la segunda, Jesús dice que el Reino es como un comerciante en perlas finas. Este comerciante no se encuentra por casualidad las perlas sino que las va buscando. Sabe del valor de cada perla y cuando encuentra una muy valiosa, también va y vende todo lo que tiene para poder comprarla. Las dos personas se deshacen de todos sus bienes con tal de hacer suyo lo que han captado que es valioso. Así nos deberíamos hacer en relación a la vida del Reino.

El Reino es un don de Dios. De Él viene y nos llega con Jesús. Jesús nos manifiesta el amor de Dios por nosotros: es justo, misericordioso, perdona, nos dio la naturaleza. Pero también es una tarea. A nosotros nos toca vivir en el amor, la justicia, la solidaridad, el perdón, la armonía. El desafío está en descubrir que estos son los valores del Reino y, una vez descubiertos, alegrarnos, deshacernos de todo lo que tenemos, o sea: entrar en proceso de conversión, y hacerlo nuestro. En el lema de nuestra Diócesis decimos que somos Iglesia en camino, al servicio del Reino. Descubrir y ayudar a descubrir lo valioso de la vida del Reino de Dios es tarea de los papás en su familia, de los agentes de pastoral en su barrio, de los bautizados en sus trabajos, de todos y todas en la sociedad; y además formarnos para que nuestra toda vida esté orientada hacia allá.

Es desafío para nosotros bautizados, porque la vida y la dinámica de la sociedad generalmente están orientadas a otras realidades consideradas valores: el dinero, la droga, el poder, los puestos, las ofertas del mercado. ¿Qué sucede con quienes hacen de ellas el centro y la meta de su vida? Por tal de tenerlas, las personas se degradan, se deshacen de todo lo que sea, se endrogan, pasan por encima de los demás, violan los derechos humanos y destruyen la Casa común. Exactamente lo contrario a la vida del Reino de Dios. Y la cosa no va por ahí.

Jesús nos indica que el camino para entrar en el Reino consiste en deshacernos de todo lo que tenemos y conseguir lo que nos asegura estar en ese modo de vivir. No podemos llamarnos cristianos mientras que buscamos afanosamente el dinero, no podemos decir que somos creyentes mientras que pasamos la vida en la droga y el alcohol, no podemos considerarnos discípulos de Jesús mientras que despojamos de sus bienes a los pobres, no podemos llamarnos miembros de la Iglesia mientras que contaminamos o destruimos la Creación, no podemos considerarnos practicantes mientras que cometemos injusticias, no podemos decirnos católicos mientras que guardamos rencor o negamos el perdón, incluso por años.

Siguiendo el ejemplo de Salomón, pidamos a Dios la sabiduría para encontrar el Reino y descubrir lo valioso que es y para discernir entre lo que nos hace entrar en su vida o nos aleja de Él.

30 de julio de 2017

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