Homilía para el 16º domingo ordinario 2021
Jesús vino para cumplir la promesa de Dios de pastorear personalmente a su pueblo, ante la irresponsabilidad de quienes había elegido y puesto como pastores.
Instrumentos del Dios-Pastor
Textos: Jer 23,1-6; Ef 2,13-18; Mc 6,30-34
Jesús vino para cumplir la promesa de Dios de pastorear personalmente a su pueblo, ante la irresponsabilidad de quienes había elegido y puesto como pastores. Jesús, quien se nos dará hoy como Alimento, aparece en el evangelio atendiendo a los Doce y a la multitud.
Al regresar de la misión a la que los había enviado, con el poder de anunciar el Reino, curar enfermos y expulsar demonios, como escuchamos hace ocho días, los apóstoles le platicaron cómo les había ido. Cuando alguien es enviado con alguna encomienda o va a otra parte, al regresar platica cómo le fue. Jesús estaba formando a los Doce —los estaba pastoreando— para encomendarles después toda la misión y que ellos fueran por todo el mundo a realizar lo mismo que Él: anunciar y hacer presente el Reino.
Después se encontró con una multitud que lo andaba buscando. Jesús había invitado a sus amigos a descansar un poco para recargar las pilas y seguir en la misión, pero la gente fue de todos los pueblos vecinos a esperarlo al otro lado del lago. El tiempo dedicado para el descanso se acabó. Es primero la gente y sus necesidades que el bienestar propio. Por eso, al verlos se compadeció, se le removieron las entrañas, porque, como explica san Marcos, andaban como ovejas sin pastor. Compadecerse es padecer con, sufrir con quien sufre; lo que quiere decir que hizo suyos los sufrimientos y angustias, las esperanzas de todas aquellas personas y buscó el modo de darles respuesta y manifestar el pastoreo de Dios.
Si alguien que tiene animales: vacas, borregos, chivas… los deja solos y abandonados, es fácil que se pierdan, que se los roben, que los maten otros animales, que se enfermen o que mueran. Esto captó Jesús que le estaba pasando a la multitud. Sus pastores los tenían abandonados y los habían dejado a su suerte, por eso se puso a atenderlos.
Aquí en la comunidad hay muchísimas personas en situaciones semejantes. Personas de otros estados, la mayoría indígenas, que vinieron para buscar mejores condiciones de vida para sus familias y pasan ante la mayoría de nosotros, que permanecemos indiferentes a su presencia y situaciones e, incluso, las agredimos; jóvenes que esperan ser escuchados, comenzando por sus propios papás; jóvenes, hombres y mujeres, esclavizados por el alcohol y la droga, muchos ya sin el sentido de la vida; personas con preferencias sexuales distintas, que esperan ser valoradas, respetadas, escuchadas; mujeres golpeadas, abusadas, abandonadas, que no encuentran un apoyo a sus situaciones; familias con miembros desaparecidos, que esperan al menos una palabra de esperanza. Estos días en Pantelhó —donde estaba la parroquia-misión— hay dos mil personas desplazadas como consecuencia de las bombas, balaceras y asesinatos del crimen organizado y están sin techo ni comida.
La Eucaristía de hoy, en la que entramos en comunión con Jesús al recibirlo sacramentalmente, y la vivencia del Año jubilar nos deben impulsar a mantener la búsqueda por ser Iglesia samaritana que se compadece de las multitudes que andan como ovejas sin pastor. No seamos indiferentes ante las situaciones de sufrimiento, angustia, dolor, de tantos hermanos y hermanas que viven entre nosotros. Seamos instrumentos del Dios-Pastor.
18 de julio de 2021