Homilía para el 16° domingo ordinario 2017

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Ser semilla buena en el mundo

Ordinario16 A 17

Hace ocho días, en el evangelio escuchamos la parábola del sembrador. En ella, Jesús dice que la semilla es la Palabra de Dios y quienes la reciben son la tierra. Como tierra estamos llamados a producir frutos, dejando que la Palabra caiga, germine, crezca y dé fruto. En una de las tres parábolas de hoy, con las que Jesús presenta la dinámica del Reino, dice que la semilla somos las personas y la tierra es el mundo. Ahí somos sembrados con la esperanza de ayudar a que crezca la vida del Reino de Dios, al igual que Jesús. Preguntarnos si somos semilla buena o semilla de cizaña nos ayudará a prepararnos para recibir a Jesús en la Comunión.

Ser semilla buena en el mundo

Textos: Sb 12, 13. 16-19; Rm 8, 26-27; Mt 13, 24-43.

Ordinario16 A 17

Hace ocho días, en el evangelio escuchamos la parábola del sembrador. En ella, Jesús dice que la semilla es la Palabra de Dios y quienes la reciben son la tierra. Como tierra estamos llamados a producir frutos, dejando que la Palabra caiga, germine, crezca y dé fruto. En una de las tres parábolas de hoy, con las que Jesús presenta la dinámica del Reino, dice que la semilla somos las personas y la tierra es el mundo. Ahí somos sembrados con la esperanza de ayudar a que crezca la vida del Reino de Dios, al igual que Jesús. Preguntarnos si somos semilla buena o semilla de cizaña nos ayudará a prepararnos para recibir a Jesús en la Comunión.

La vida del Reino no es aparatosa sino que comienza de una manera muy sencilla, como lo explica Jesús con la semilla buena sembrada en el campo, la semilla de mostaza y la levadura puesta en medio de la masa. Poco a poco va creciendo hasta dar fruto bueno o convertirse en un arbusto donde anidan los pájaros o hace fermentar toda la masa. El Reino de Dios consiste en una vida en el amor, la justicia, la solidaridad, el perdón, el cuidado de la Creación, la paz. Todo esto inicia con acciones y gestos muy pequeños vividos en la familia y el barrio; no comienza a lo grande en el mundo. Hasta allá llega pero por la acción de las semillas, que somos las personas.

De la misma manera es sembrada la semilla de la cizaña, la semilla del anti-reino, que generalmente es presentada como buena o con cara de buena; y donde cae, hace mucho daño. También va creciendo poco a poco y Jesús nos advierte para que no nos dejemos llevar por el mal ni lo sembremos en el mundo. Es la semilla de las desavenencias, el rencor, el desquite, las injusticias, los abusos, las tranzas, el empobrecimiento, la destrucción de la naturaleza. Donde se dan estas situaciones aparece un estilo de vida contrario al del Reino anunciado y realizado por Jesús.

Para poner un ejemplo podemos retomar lo que está sucediendo en nuestra comunidad parroquial. Es el asunto de la droga. Según encuestas, el 70% de los y las adolescentes que están en la secundaria ya probaron la droga. No quiere decir que sean adictos, pero ya tienen esa experiencia. Alguien les dijo que probaran, que le calaran, que no pasa nada. Ahí se sembró la semilla del mal. Muchos caen y son pocos los que no. A esa persona que ofreció probar la droga también un día la hicieron entrar en esa experiencia y hoy ya induce a otros y otras al consumo. A esta persona, generalmente joven, alguien se la vende. Hay ranchitos por el pueblo, hay esquinas, lotes, callejones y casas, a las que jóvenes, hombres y mujeres, van a comprar para consumir o para vender; lo vemos todos los días. A las personas que venden, otras les surten; a éstas las mandan –con el compromiso de vender todo y pagar todo… y a tiempo–. Y así va la cadena hasta llegar a grandes personajes y estructuras. Detrás hay corrupción, podredumbre, maldad. Con todas estas gentes la cosa comenzó con una probadita, de droga, de dinero o de puestos, y el problema está ahora por dondequiera. Niños y niñas iniciados en el mundo de la drogadicción. Otro dato preocupante: casi todas estas personas están bautizadas, son miembros de la Iglesia, son hermanos y hermanas.

En el Bautismo fuimos sembrados como buena semilla en la Iglesia y en el mundo. ¿Qué clase de semilla somos? No seamos semilla del mal en la comunidad, no nos convirtamos en cizaña en medio del mundo, no dejemos que la maldad siga invadiendo nuestra sociedad. Colaboremos más bien a que en nuestras familias, barrios y parroquia se siga sembrando y continúe creciendo la semilla del Reino de Dios. Con la Comunión sacramental renovemos nuestro compromiso de trabajar por el Reino de Dios. Dispongámonos a participar de este alimento que Dios nos ofrece.

23 de julio de 2017

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