Homilía para el 13er domingo ordinario 2020
Discípulos dignos de Jesús
Jesús habló a sus doce apóstoles de tener una dignidad en relación a Él y, para alcanzarla, planteó algunas exigencias. Esto nos ayuda hoy domingo a revisar nuestras opciones y nuestro estilo de vida, para prepararnos a recibir a Jesús de manera sacramental en la Comunión.
Discípulos dignos de Jesús
Textos: 2 Re 4, 8-11. 14-16; Rm 6, 3-4. 8-11; Mt 10, 37-42
Jesús habló a sus doce apóstoles de tener una dignidad en relación a Él y, para alcanzarla, planteó algunas exigencias. Esto nos ayuda hoy domingo a revisar nuestras opciones y nuestro estilo de vida, para prepararnos a recibir a Jesús de manera sacramental en la Comunión.
La dignidad es algo de lo que hablamos continuamente, porque es parte de nuestra vida. Se habla de la dignidad humana, de la dignidad cristiana, de la dignidad de los animales, de la dignidad de la naturaleza… porque es una realidad ligada al ser de las personas, las plantas, los animales, la Casa común, sobre la que se fundan sus derechos, y la tenemos que cuidar y defender, dado que es algo recibido como don y forma parte de la existencia. Aunque, curiosamente, nos acordamos de la dignidad humana y exigimos nuestros derechos cuando somos maltratados, ofendidos, violentados, pero no lo hacemos cuando ofendemos o maltratamos a las personas o a la naturaleza; ahí “se nos olvidan” su dignidad, sus derechos y nuestras obligaciones. O también, tristemente, reclamamos nuestra dignidad cuando queremos recibir honores, privilegios o recompensas. De esto tenemos que pedir perdón a Dios, porque al tratar mal a los y las demás y a la ecología, lo estamos tratando mal a Él, porque se trata de sus creaturas, de su imagen y semejanza en el caso de los humanos.
La dignidad a que se refiere Jesús es a la de pertenecerle como discípulo o discípula. Es un don suyo el haber sido llamados a participar de su vida y su misión. Él nos llamó para seguirlo y nos envió a ser sus testigos por el Bautismo. Pero no todo consiste en estar bautizados o en renovar esta condición con los demás sacramentos, como lo haremos hoy con la Eucaristía. Se ocupa nuestra respuesta concreta y comprometida en el seguimiento, lo que implica claridad en las opciones, las decisiones y el estilo de vida, porque nos pide nada más y nada menos vivir como Él.
Para alcanzar la dignidad de discípulos y discípulas, Jesús puso dos puntos de referencia: uno, vivir el amor a Él por encima del que se tiene a los papás o a los hijos, vivir como Él el amor hacia los demás, especialmente hacia los pobres; vivir el amor al Padre cumpliendo su voluntad. Quien ama a Jesús y a los hermanos y hermanas alcanza la dignidad de discípulo o discípula, y puede seguirlo en su camino; no se puede desligar el amor a los demás del amor a Jesús, pues van juntos.
El otro punto de referencia, que manifiesta con claridad que se vive en el amor, es tomar la cruz y seguirlo. Tomar la cruz significa llevar el mismo estilo de vida que Jesús; o sea, el servicio, la compasión, la solidaridad, la atención hacia los pequeños, el compartir; es decir, hacer propia y cargar la cruz de los sufrientes, enfermos, migrantes, borrachitos, los que no tienen el pan del día, para servirlos y dar la vida. Esto nos lo recuerda San Pablo al decir que por el Bautismo fuimos incorporados a la muerte de Cristo Jesús; y su muerte, culmen de su vida, fue de cruz.
Así es que, si no amamos a Jesús por encima del amor que tenemos a nuestra familia, si no amamos a los demás como Él, si no cargamos la cruz de los pobres y sufrientes, simplemente no participamos de la dignidad de discípulo o discípula, aunque estemos bautizados y hayamos recibido otros sacramentos. Si buscamos salvar la vida, si queremos llevar una vida cristiana light, si somos bautizados sin compromiso, al final de cuentas la perderemos, como anticipa Jesús. La dignidad es consecuencia de la respuesta que demos a la llamada a seguirlo y a la misión que nos ha encomendado. Eso es lo que Jesús espera de nosotros y para eso nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre.
Pidamos a Dios la humildad para responder con fidelidad a esta invitación de su Hijo Jesús.
28 de junio de 2020