Homilía para el 12º domingo ordinario 2103

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Seguir al Crucificado

Textos: Zac 12, 10-11; 13, 1; Gal 3, 26-29; Lc 9, 18-24.

Ordinario 12 C 1

Este domingo nos encontramos en el Evangelio con una pregunta que Jesús hizo a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Lc 9, 18). Esa misma pregunta se la planteó a ellos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (v. 20). La pregunta es para nosotros hoy: ¿Qué decimos de Jesús? ¿Quién es Él para nosotros? ¿Quién es Jesús para mí? Las respuestas dadas se prolongan en la experiencia de seguirlo en su camino hacia la cruz. Debemos pues seguir al Crucificado.

Seguir al Crucificado

Textos: Zac 12, 10-11; 13, 1; Gal 3, 26-29; Lc 9, 18-24.

Ordinario 12 C 1

Este domingo nos encontramos en el Evangelio con una pregunta que Jesús hizo a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Lc 9, 18). Esa misma pregunta se la planteó a ellos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (v. 20). La pregunta es para nosotros hoy: ¿Qué decimos de Jesús? ¿Quién es Él para nosotros? ¿Quién es Jesús para mí? Las respuestas dadas se prolongan en la experiencia de seguirlo en su camino hacia la cruz. Debemos pues seguir al Crucificado.

La gente decía que Jesús era un profeta, los discípulos lo reconocieron como el Mesías. ¿Y nosotros? Como profeta, su destino era la muerte; en eso terminaron la mayoría de los profetas. Como Mesías, también. Y Jesús se lo dijo sin rodeos. Después de pedirles que no dijeran que era el Mesías, les habló de que, en esta condición, iba a sufrir mucho, sería rechazado y condenado a muerte, y que al tercer día resucitaría. Su destino era la muerte. Y fue crucificado.

Pero no quedó ahí la cosa, es decir, con que sus discípulos supieran que se encaminaba hacia la cruz. Ellos y toda la gente debían aclarar que estaban invitados a unirse a Él en este camino hasta la cruz. Por eso, enseguida le habló a la multitud que lo acompañaba en esa ocasión: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga” (v. 23). Entonces quien quiera seguir a Jesús tiene que hacerlo hasta la muerte.

Y nosotros, ¿qué decimos de Jesús? Preguntémonos: ¿Quién es para mí? ¿Qué tanto lo conozco? ¿Qué significa en mi vida? Podemos decir alguna respuesta aprendida de memoria en el catecismo, o la hemos escuchado a otras personas; o quizá poco a poco hemos ido aclarando más sobre Él, por la lectura de la Biblia, por la participación en las celebraciones o en las reuniones de la comunidad. O tal vez nada sepamos decir de Él, lo que sería muy triste.

Pero no basta solamente con saber y decir algo, o mucho, sobre Jesús. Ser cristianos va mucho más allá. Lo que sepamos es bueno y necesario, y siempre nos faltará conocerlo y afirmar más de su persona, su vida, su misión, su muerte y resurrección. Se trata de hacer la experiencia de seguirlo en su camino. Esto es lo importante y a eso nos invita Jesús, como escuchamos; y de lo que vayamos viviendo en el seguimiento, podremos conocer y confesar más sobre Él.

Entonces, para ser cristianos no tenemos que conformarnos con estar bautizados y confirmados, venir a la Misa los domingos y comulgar. San Pablo nos recuerda que al ser incorporados a Cristo por el Bautismo, quedamos revestidos de Él. Eso significa que su persona nos envuelve, que su misión la llevamos a flor de piel, que nuestro modo de vivir se parece a su estilo de vida, que su destino –la cruz– lo asumimos con nuestros hechos. Y esto implica un esfuerzo diario.

La experiencia de seguimiento a Jesús se vive de manera personal y comunitaria. Personalmente cada quien tiene que esforzarse por vivir como Jesús, por compartir sus ideales, por cumplir la misma misión, de la misma manera en que se hace el esfuerzo por ganar el pan diario o por sacar adelante los compromisos de la vida. Pero nunca aislados de la comunidad, sino junto con ella, en las reuniones, trabajos y celebraciones, en la vida ordinaria con los vecinos.

Renovemos hoy nuestro compromiso de seguir a Jesús, el profeta, el Mesías crucificado. No nos busquemos a nosotros mismos ni a nuestros intereses egoístas. Tomemos nuestra cruz de cada día y vivamos el seguimiento a Jesús. Todo esto nos ayudará a conocer más de Jesús, a aclarar quién es, a confesar lo que Él es para nosotros y la humanidad. Que al comulgar nos llenemos de Jesús por dentro para que por fuera, revestidos de Él, caminemos hasta la cruz.

23 de junio de 2013

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