Homilía para el 12º domingo ordinario 2015
Acción paterna de Jesús
El Señor nos ha reunido como comunidad para alimentarnos de su Palabra, de su Persona, de su Cuerpo y Sangre, para que se fortalezca nuestra fe en Él. En este domingo celebramos el Día del Padre y encomendamos al Señor a quienes han sido llamados a desempeñar el servicio de la paternidad, para que sean presencia de Dios Padre en la vida de su familia. Jesús actúa de tal manera con sus discípulos que les manifiesta el actuar paterno de Dios a favor de sus hijos.
Acción paterna de Jesús
Textos: Jb 38, 1. 8-11; 2 Cor 5, 14-17; Mc 4, 35-41.
El Señor nos ha reunido como comunidad para alimentarnos de su Palabra, de su Persona, de su Cuerpo y Sangre, para que se fortalezca nuestra fe en Él. En este domingo celebramos el Día del Padre y encomendamos al Señor a quienes han sido llamados a desempeñar el servicio de la paternidad, para que sean presencia de Dios Padre en la vida de su familia. Jesús actúa de tal manera con sus discípulos que les manifiesta el actuar paterno de Dios a favor de sus hijos.
Jesús andaba en la misión. Estaba totalmente dedicado a anunciar y hacer presente el Reino de Dios con sus palabras y sus hechos. Y sus discípulos lo acompañaban, como los hijos siguen a sus papás y ven y escuchan todo lo que ellos dicen y hacen. Jesús los invitó a atravesar el lago. Él no sabía de barcas ni de navegación sino de madera y carpintería; en esto creció al lado de José y María. Incluso lo identificaban como el hijo del carpintero o como el carpintero.
Mientras iban en la travesía, Jesús se tiró a dormir. El sueño lo venció por el cansancio de la misión. Y entonces se vino el viento fuerte, las olas crecieron y daban contra la barca, el agua comenzó a metérseles al grado que comenzaba a hundirse. Esto les hizo experimentar el miedo y acudir a Jesús. ¿Qué hacen los hijos al sentir miedo por algo? ¿No llaman a su papá, no van a refugiarse en él? Claro que sí, sobre todo si saben que los cuida y los protege.
Es curioso cómo unos pescadores, acostumbrados al agua, al viento, a las olas y las zarandeadas, llaman a un carpintero para que los saque del apuro. Sin embargo, esto tiene mucho qué decirnos a nosotros. Los discípulos acuden al Maestro, al que ayuda en la necesidad, al que ha liberado a varias personas del demonio, al que ha curado a muchos enfermos. Como hace el papá con sus hijos, Jesús los escucha, capta la situación, los tranquiliza, les quita la amenaza.
Le habló al mar como les hablaba a los demonios; le pidió que callara. El mar era símbolo del mal, la amenaza, la muerte. Jesús lo convirtió en símbolo de vida, de bien, de armonía. Con lo que dijo y lo que hizo, manifestó otro signo de la presencia del Reino de Dios. La calma interior que Él tenía, se la transmitió al mar y a sus discípulos. A ellos les devolvió la tranquilidad, la confianza, la paz. Junto con eso, como hace un papá, los puso a reflexionar sobre este hecho.
Jesús les hizo ver que el miedo que sintieron y la reacción que tuvieron eran por falta de fe. Él confiaba totalmente en Dios y lo obedecía con fidelidad, aunque esto le trajera dificultades. La experiencia de confiar en su Padre, de creer en Él, obedecerlo y cumplir sus mandatos, a Jesús le daba la autoridad para actuar con sus discípulos como Padre, y su estilo de vida les provocaba recurrir a Él para recibir la ayuda, la protección, la salvación de los peligros.
Todos hemos tenido la experiencia del miedo. Por una cosa u otra, sabemos lo que es asustarnos. Es algo natural, sobre todo cuando recibimos amenazas o se pone en riesgo nuestra vida, cuando se vienen situaciones inesperadas y no sabemos qué hacer, cuando tenemos dificultades por vivir el Evangelio, la justicia, la solidaridad, la defensa de los pobres. Ante esto, hoy se nos aclara a quién debemos recurrir con fe: a Jesús, el Maestro, el Hijo del carpintero.
Agradecemos a Dios el don de su Hijo, que nos muestra el amor de Padre que Él nos tiene. Encomendamos a todos los papás para que el Señor los bendiga y actúen con sus hijos e hijas como hizo Jesús con sus discípulos: que crean en Dios y cumplan sus mandatos, que se ganen la confianza de sus hijos, que los escuchen, los cuiden y protejan de los peligros, que les ayuden a reflexionar sobre su fe y les hagan experimentar la paz. Que esta Eucaristía fortalezca a todos.
21 de junio de 2015