Homilía para el 11er domingo ordinario 2015
Semillas y tierra
Acabamos de escuchar en el texto del Evangelio dos comparaciones que Jesús utiliza para darnos a conocer el Reino de Dios. Al reflexionarlas, nos preparamos para recibir su Cuerpo y Sangre en el momento de la Comunión. Por este sacramento nos alimentamos para seguir trabajando desde nuestras familias y comunidad por hacer presente el Reino de Dios en el mundo. Dice Jesús que el Reino se parece a lo que sucede con la semilla que es sembrada en la tierra.
Semillas y tierra
Textos: Ez 17, 22-24; 2 Cor 5, 6-10; Mc 4, 26-34.
Acabamos de escuchar en el texto del Evangelio dos comparaciones que Jesús utiliza para darnos a conocer el Reino de Dios. Al reflexionarlas, nos preparamos para recibir su Cuerpo y Sangre en el momento de la Comunión. Por este sacramento nos alimentamos para seguir trabajando desde nuestras familias y comunidad por hacer presente el Reino de Dios en el mundo. Dice Jesús que el Reino se parece a lo que sucede con la semilla que es sembrada en la tierra.
Hay una semilla y está la tierra. ¿Qué es lo que pasa cuando la semilla cae en la tierra? La semilla germina y crece, la tierra produce el fruto; tanto una como otra lo hacen por sí solas. ¿Por qué? Porque la semilla lleva por dentro la vida y la tierra tiene la humedad y los nutrientes que la semilla necesita para reventar y convertirse en planta –o en arbusto, como la de mostaza–. El sembrador no ve ni lo que sucede dentro de la semilla ni lo que pasa dentro de la tierra.
Lo interesante es el crecimiento en lo pequeño, en el silencio, en la constancia. Las semillas son pequeñas y no hacen ruido al entrar en contacto con la tierra y comenzar su desarrollo hasta que se recoge el fruto; ni la tierra hace ruido con lo que está sucediendo en su interior, ya sea con las semillas o con las plantas. Pero si no se da la siembra no hay planta, muchos menos habrá frutos. Lo mismo sucede con el Reino, que es amor, justicia, perdón, solidaridad, paz.
El Reino de Dios no es aparatoso ni comienza en grande ni se desarrolla ruidosamente; más bien, empieza de manera pequeña, crece lentamente y en silencio. Pero se necesita sembrarlo. Jesús lo hizo con su vida y sus enseñanzas. Día a día daba testimonio, curaba un enfermo, otro, otro… perdonaba a una persona, a otra, a otra… resucitaba a un muerto, liberaba a un endemoniado; decía una parábola, decía otra, otra vez otra… todos los días se entregaba sirviendo.
Así tendría que estar aconteciendo el Reino entre nosotros, que a veces somos semilla y a veces tierra. Nosotros fuimos sembrados en el mundo dentro del vientre de nuestra mamá, quedamos depositados en el interior de la Iglesia cuando recibimos el Bautismo, se nos sembró en la comunidad al llegar a ella. Tanto la familia como la comunidad y el mundo son la tierra en que Dios nos sembró con la esperanza de llegar a dar frutos como humanos y como cristianos.
En nuestra condición de tierra, hemos recibido continuamente la semilla del Evangelio. La Palabra de Dios lleva la vida por dentro, tiene toda la potencialidad para germinar y crecer, para llegar a dar frutos en nuestro interior. Esto supone estar leyéndola y meditándola de manera permanente y dentro de la familia y en la comunidad donde estamos sembrados, y no para saberla de memoria sino para acomodar a ella nuestra vida. De otra manera no habrá frutos.
De la misma manera, continuamente recibimos la Comunión. Este sacramento, que aparentemente es pequeño por una Hostia y un poco de Vino, tiene la vida de Jesús por dentro y puede llegar a crecer tan grande en quienes lo recibimos, que los demás se pueden encontrar con nosotros y recibir amistad, atención, amor, perdón, servicio… ciertamente no de un modo aparatoso o donde nos estén viendo y felicitando sino en lo del día, en silencio y constantemente.
La pregunta es: ya sea como semilla o como tierra, ¿qué tanto estamos colaborando para que el Reino de Dios crezca entre nosotros? ¿Lo que hacemos día a día, tanto en la familia como en la comunidad, la escuela y la sociedad, está siendo una siembra de semillas de amistad, amor, atención, perdón, servicio, justicia, solidaridad…? Como tierra, preparémonos a recibir nuevamente la Comunión y dejémosla que llegue a producir vida del Reino en la comunidad.
14 de junio de 2015