Homilía del Jueves Santo 2012

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Servicio

Textos: Ex 12, 1-8. 11-14; 1 Cor 11, 23-26; Jn 13, 1-15.

Jesús está sirviendo. Ese fue su estilo de vida. Desde cualquier aspecto que lo miremos hoy, Jesús sirve: sea como Sacerdote, como Maestro, como Señor o como Cordero. Y Él nos pide que hagamos lo mismo entre nosotros. Este es el mandamiento nuevo, el mandamiento del amor, el que garantiza el camino correcto, la armonía, la paz. Jesús nos manda que en la condición de discípulos suyos, libre y voluntariamente nos convirtamos en servidores de los demás.

Servicio

Textos: Ex 12, 1-8. 11-14; 1 Cor 11, 23-26; Jn 13, 1-15.

Jesús está sirviendo. Ese fue su estilo de vida. Desde cualquier aspecto que lo miremos hoy, Jesús sirve: sea como Sacerdote, como Maestro, como Señor o como Cordero. Y Él nos pide que hagamos lo mismo entre nosotros. Este es el mandamiento nuevo, el mandamiento del amor, el que garantiza el camino correcto, la armonía, la paz. Jesús nos manda que en la condición de discípulos suyos, libre y voluntariamente nos convirtamos en servidores de los demás.

Estamos reunidos para celebrar la Eucaristía en el Jueves Santo, día en que conmemoramos la institución de este sacramento. Para poderla celebrar bien es necesario haber vivido antes el servicio a los hermanos. Esta es la condición fundamental para poder compartir luego la Comunión. Y no sólo hoy sino todas las veces que nos convoquemos para la Misa. Así actuó Jesús en la Cena de Pascua: primero lavó los pies a sus amigos y luego les dio su Cuerpo y su Sangre.

Como sacerdote –Jesús es el Sumo Sacerdote–, se ofreció a sí mismo. Día a día se dio a los demás, especialmente a los pobres, a los excluidos del sistema social, a los pecadores; expulsó demonios, partió el pan, resucitó muertos. Así hacía una vida agradable a Dios. En la Última Cena ejerció su sacerdocio primero sirviendo a los discípulos y luego dándose como alimento. Nosotros que somos sacerdotes por el Bautismo, estamos llamados a hacer lo mismo que Él.

Como Maestro –así era nombrado Jesús por sus discípulos– nos enseña el camino. Para estar bien entre nosotros, para estar bien con Dios, es necesario hacernos servidores unos de otros. Si Él que es el Maestro se puso a lavar los pies de los discípulos, los discípulos también tenemos que hacer lo mismo. Nos enseña no sólo principios, teorías, conceptos; el Maestro nos enseña un estilo de vida, que es el del servicio. Una característica nuestra tiene que ser la de servir.

Como Señor –tal como lo llamaron muchas veces sus conocidos–, Jesús modifica el señorío. Los que eran señores tenían sus sirvientes y les mandaban lo que necesitaban. De hecho, lo que Jesús hizo con sus amigos nunca lo hacían los señores. Con su actitud, Pedro rechaza que su Señor le vaya a lavar los pies. Nunca concibió a Jesús sirviéndole. Eran los sirvientes los que, a nombre de su señor, lavaban los pies de los que llegaban de visita, como signo de acogida.

Jesús decidió hacer lo que en sí le tocaba a los esclavos: lavar los pies de los visitantes. Los sirvientes eran personas de otros pueblos; por tanto, paganos. A ese grado se abajó Jesús por decisión propia para dar ejemplo a sus discípulos: se identificó con los esclavos paganos. Y lo hizo para que quienes estaban compartiendo aquella Cena de Pascua con Él, y nosotros, hiciéramos lo mismo, es decir, tomar la decisión de vivir como servidores de los demás.

Como Cordero –Jesús es el Cordero Pascual– se convirtió en víctima que libera. Se dejó entregar por Judas, se dio en el Pan y el Vino, se dejó sacrificar, con tal de que toda la humanidad se liberara del pecado. Lo que sucedió con la sangre de los corderos sacrificados en Egipto, sucedió con la sangre derramada por Jesús. En Egipto la sangre sirvió de señal la noche de la salida de la esclavitud: allí no llegó la muerte; con Jesús sirve para sellar la nueva alianza.

El Sumo Sacerdote, el Maestro y Señor, el Cordero de Dios, nos pide que siempre hagamos memoria de Él. El modo de lograrlo es por medio del servicio. Como sacerdotes, como discípulos y discípulas, como seguidores de Jesús, decidámonos a vivir permanentemente en el servicio. Si no servimos, venimos incompletos a la celebración de la Eucaristía. Hace falta que en nuestro mundo, para poner las bases para la paz, los bautizados seamos servidores como Jesús.

5 de abril de 2012

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