Homilía del domingo de Pentecostés 2011
“Reciban el Espíritu Santo”
Textos: Hch 2, 1-11; 1Cor 12, 3-7. 12-13; Jn 20, 19-23.
“Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20, 22), dijo Jesús a sus discípulos, después de saludarlos con el deseo de la paz y enviarlos a la misión. Les comunicó el Espíritu Santo para que fueran a misionar. Esto sucedió el mismo día de la Resurrección por lo que el don del Espíritu es un don pascual. Hoy domingo de Pentecostés, como en aquel domingo, Jesús se hace presente en esta asamblea para confirmar la presencia de su Espíritu entre nosotros y reenviarnos a la misión.
“Reciban el Espíritu Santo”
Textos: Hch 2, 1-11; 1Cor 12, 3-7. 12-13; Jn 20, 19-23.
“Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20, 22), dijo Jesús a sus discípulos, después de saludarlos con el deseo de la paz y enviarlos a la misión. Les comunicó el Espíritu Santo para que fueran a misionar. Esto sucedió el mismo día de la Resurrección por lo que el don del Espíritu es un don pascual. Hoy domingo de Pentecostés, como en aquel domingo, Jesús se hace presente en esta asamblea para confirmar la presencia de su Espíritu entre nosotros y reenviarnos a la misión.
La Iglesia nació el día de Pentecostés, en medio de aquella fiesta judía de las siete semanas. En ella agradecían a Dios los frutos cosechados, especialmente el trigo y la cebada. Por eso es que había tantos judíos, provenientes de muchos países y hablando distintas lenguas. El Espíritu Santo derramado sobre los discípulos de Jesús, hizo que todos los que lo recibieron hablaran un mismo lenguaje. La diversidad quedó unida por el Espíritu, como la Comunión nos une a todos.
Los textos bíblicos que se proclamaron nos dan testimonio de la unidad que crea el Espíritu en la Iglesia y el mundo. Une lo diverso: muchos discípulos, una misión; incontables judíos, un pueblo; numerosos idiomas, un mensaje; diferentes dones, un mismo Espíritu; diversos servicios, el mismo Señor; varias actividades, el mismo Dios; muchos miembros, un solo cuerpo; judíos y no judíos, bautizados en un mismo Espíritu; muchos pueblos beben del mismo Espíritu.
El Espíritu Santo que llena por dentro a quienes lo reciben, los impulsa a la misión. Lo dice san Juan quien, al narrarnos aquel primer encuentro del Resucitado con sus discípulos, presenta el envío que Jesús hace a sus discípulos: “Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo” (vv. 21-22). La misión consiste en transmitir el deseo de Jesús: “La paz esté con ustedes” (vv. 19. 21).
La paz, que es don de Cristo y de su Espíritu, está basada en el perdón. Por eso también pide que se perdonen los pecados. Este deseo del Señor lo tenemos que transmitir sus discípulos por todo el mundo y en todos los idiomas, como sucedió en Pentecostés. Ahí se proclamaron las maravillas de Dios y todos las entendían. Así también hoy, el Espíritu unirá en un mismo proyecto a la multitud de pueblos, no solo al nuestro que anhela y exige la paz con justicia y dignidad.
Tenemos, pues, una responsabilidad muy grande como bautizados. Siendo muchos los miembros de la Iglesia, debemos trabajar por el mismo proyecto de evangelización, que en nuestra Diócesis está diseñado en el 4º Plan de Pastoral. Habiendo varios servicios y ministerios en los barrios, colonias y ranchos de nuestras parroquias, tenemos que colaborar a la construcción de la comunidad. Habiendo variedad de ministros, hay que realizar la misma misión.
Por tener el mismo Espíritu –personalmente lo recibimos en el Bautismo– estamos obligados a dar testimonio de unidad. Si en la familia todas y todos estamos bautizados, lo menos que podemos hacer es vivir en armonía, en unión, en paz, pues hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo (1Cor 12, 13). Lo mismo se espera que suceda en el barrio o colonia entre los miembros de la Iglesia. Tenemos que aprender a hablar el mismo lenguaje.
Enseguida celebraremos la Eucaristía. Es el sacramento de la Comunión. Nos alimentamos de un mismo Cuerpo, el de Cristo resucitado, para estar en comunión entre nosotros y unidos en el desempeño de la misión. Abrámonos nuevamente a la acción del Espíritu Santo, presente en esta asamblea, para retomar la misión. Que fortalecidos por la Eucaristía proclamemos las maravillas de Dios, que hagamos de la paz el lenguaje común, que vivamos el perdón y la armonía.
12 de junio de 2011