Homilía del domingo de la Santísima Trinidad 2012

0

Derechos y deberes

Textos: Dt 4, 32-34. 39-40; Rm 8, 14-17; Mt 28, 16-20.

Hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. Esta fiesta nos vuelve a los derechos y deberes que adquirimos en el Bautismo. Fuimos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, según el mandato de Jesús. En esa celebración quedamos constituidos hijos del Padre, hermanos de Jesús y templos del Espíritu Santo. Con esta Eucaristía le damos gracias a Dios y renovamos nuestra comunión con Él en esa triple dimensión de nuestra vida.

Derechos y deberes

Textos: Dt 4, 32-34. 39-40; Rm 8, 14-17; Mt 28, 16-20.

Hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. Esta fiesta nos vuelve a los derechos y deberes que adquirimos en el Bautismo. Fuimos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, según el mandato de Jesús. En esa celebración quedamos constituidos hijos del Padre, hermanos de Jesús y templos del Espíritu Santo. Con esta Eucaristía le damos gracias a Dios y renovamos nuestra comunión con Él en esa triple dimensión de nuestra vida.

En la reflexión que hemos realizado como Diócesis a lo largo de los casi cuarenta años que tenemos, hemos ido descubriendo y valorando lo que somos por el Bautismo. También hemos ido aclarando que como bautizados tenemos compromisos, tanto a nivel personal como comunitario. Esto nos ha ayudado a impulsar la misión en la Diócesis, pues para eso recibimos el Bautismo. Ese día Jesús nos dijo: “Vayan […] y enseñen a todas las naciones” (Mt 28, 19).

¿Qué somos? Somos hijos e hijas de Dios. Llevamos esta dignidad en lo más profundo de nuestro ser. Dios nos recibió como sus hijos y eso nos llena de alegría y de gratitud. Pero eso mismo nos compromete a valorar, respetar, cuidar a todas las personas. Si tuviéramos conciencia de esta dignidad en relación a nosotros y a los demás, no hubiera tanta injusticia, tanta violencia, tanto sufrimiento, ni en las familias ni en las comunidades ni en nuestro país.

Somos hermanos y hermanas de Jesús, el Hijo de Dios. Esto es una gracia, pues Él quiso adoptarnos como iguales; ya se había igualado con nosotros al hacerse humano y morir. Pero en el Bautismo nos permitió injertamos en Él y participar de su misma vida. Esto nos compromete no sólo a respetarnos mutuamente sino a vivir siempre como hermanos en la comunidad, por lo que tenemos que vernos bien, perdonarnos, ayudarnos, preocuparnos unos por otros.

Somos templos del Espíritu Santo. ¡Qué grandeza llevar dentro de nosotros al mismo Espíritu que acompañó a Jesús en su misión, lo sostuvo hasta la cruz y lo resucitó! Esto nos da un gran valor como personas y nos compromete a valorar y respetar a los demás, dado que son templos de Dios. Pero el hecho de ser portadores del Espíritu Santo, también nos trae el deber de convertirnos en misioneros, conscientes de que Él está con nosotros hasta el fin del mundo.

Entonces tenemos derechos como bautizados: pertenecer a una comunidad, ser valorados y respetados en nuestra persona como templos vivos de Dios, ser educados para vivir como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros, ser formados para la misión. Esos son algunos de nuestros derechos. Pero igualmente tenemos obligaciones: valorar y respetar a todos, ser misioneros, trabajar en la construcción de la comunidad en nuestro barrio, colonia o rancho.

En esta Eucaristía dominical agradecemos a Dios que, sin pedirlo ni merecerlo, somos hijos suyos como Padre, hermanos suyos como Hijo y templos suyos como Espíritu. Nos ponemos en sus manos para hacer vida esta triple dimensión de nuestro ser de bautizados. Pedimos para todos los bautizados tomemos conciencia de nuestra dignidad y, por tanto, de nuestros derechos; pedimos para que tomemos conciencia de nuestras obligaciones y las cumplamos.

Nos vamos a encontrar con Jesús en la comunión sacramental. Su presencia en nosotros se renovará y acrecentará una vez más. Si comulgamos es precisamente para mantenernos en la comunión con Dios al vivir como hijos suyos, en la comunión con Jesús al caminar como hermanos y en la comunión con su Espíritu al cumplir la misión que nos dejó. Vayamos a vivir la comunión entre nosotros al valorarnos y respetarnos como hijos, hermanos y templos de Dios.

3 de junio de 2012

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *