Homilía del 3er domingo de Pascua 2011

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Entró para quedarse con ellos

Textos: Hch 2, 14. 22-33; 1Pe 1, 17-21; Lc 24, 13-35.

Entró para quedarse con ellos (Lc 24, 29), nos dice san Lucas. Jesús aceptó la invitación de los discípulos de Emaús. Se quedó con ellos, pero no solo para pasar la noche sino para siempre. Este es el sentido de la expresión del evangelista. Ellos habían caminado con un forastero, no con Jesús; habían visto a Jesús aunque sin reconocerlo, lo habían oído por el camino mas no lograron escucharlo, lo invitaron a quedarse por una noche y no para el resto de su vida.

Entró para quedarse con ellos

Textos: Hch 2, 14. 22-33; 1Pe 1, 17-21; Lc 24, 13-35.

Entró para quedarse con ellos (Lc 24, 29), nos dice san Lucas. Jesús aceptó la invitación de los discípulos de Emaús. Se quedó con ellos, pero no solo para pasar la noche sino para siempre. Este es el sentido de la expresión del evangelista. Ellos habían caminado con un forastero, no con Jesús; habían visto a Jesús aunque sin reconocerlo, lo habían oído por el camino mas no lograron escucharlo, lo invitaron a quedarse por una noche y no para el resto de su vida.

Los discípulos de Emaús llevaban sobre sus espaldas mucho más que la tristeza de quien ha perdido un amigo. Iban cargando la desolación por la muerte del que esperaban fuera el libertador de Israel, sufrían la derrota por el fin del proyecto que tenían de Mesías, soportaban el peso del sepulcro donde quedaron no solo los restos mortales de Jesús sino todas sus esperanzas de liberación. Para ellos se perdió el sentido de seguir al profeta. Por eso huían a su pueblo.

La fracción del pan –la Eucaristía que nosotros celebramos hoy y todos los domingos– los llevó a reconocerlo, a escucharlo, a volver con Él. El encuentro con Jesús en la fracción del pan produjo un cambio en su vida: se les abrieron los ojos y lo reconocieron (v. 31). A partir de allí, Jesús se quedó con ellos en su corazón y para siempre. Por eso se les desapareció. Ya no tenía sentido que lo siguieran viendo físicamente o que caminara o estuviera a la mesa con ellos.

No son los discípulos, ni los de Emaús ni los de cualquier tiempo, los que encuentran al Maestro. Es Él quien se acerca en persona, camina a su lado, les habla, se queda con ellos, los transforma, los convierte en testigos. Nosotros tenemos que saber descubrirlo, escucharlo, dejarlo que entre en nuestro corazón y nos transforme, convertirnos en testigos suyos. Y tenemos los espacios para lograr el encuentro con Él: la vida diaria, la comunidad, el Evangelio, la Eucaristía.

Jesús se acerca a nosotros en la vida ordinaria, en medio de tantos problemas y necesidades, ante las situaciones que nos angustian. El camino de la vida es espacio para encontrarnos con Jesús. Al igual que sucedió con los discípulos de Emaús, Él camina a nuestro lado y nos escucha. Ellos le platican su pesar por la muerte de Jesús el nazareno, le comparten el testimonio de las mujeres que decían que estaba vivo, y el de los compañeros. Jesús los escucha atentamente.

Los dos discípulos habían abandonado la comunidad y ya iban de regreso, frustrados, a su pueblo. Al hacerlo despreciaron la oportunidad de abrirse a Jesús resucitado por medio del testimonio de las mujeres y otros discípulos, a quienes no les creyeron que Él estaba vivo. La experiencia de comunidad, de la que gran parte de los bautizados huyen, es necesaria para el encuentro con Jesús. De hecho, allí, en la comunidad, los visitó ese mismo día por la tarde.

En el Evangelio tenemos otra oportunidad de encontrarnos con Cristo. Leyéndolo, meditándolo, orándolo, buscando llevarlo a la práctica, podemos experimentar lo mismo que Cleofás y su compañero. A pesar de ser insensatos y duros de corazón para creer en las Escrituras, como les dijo Jesús, reconocieron que su corazón ardía mientras les hablaba por el camino. ¿No estaremos nosotros así: con el corazón duro y cerrado al Evangelio, aunque con necesidad de él?

De todas estas formas Jesús se deja encontrar para quedarse con nosotros. Sin embargo, el espacio privilegiado es la celebración de la Eucaristía. Los discípulos de Emaús no se imaginaban que al celebrar la fracción del pan, descubrirían al Señor. En ese momento se les abrieron los ojos, los oídos, la mente y el corazón. Jesús entró para quedarse definitivamente con ellos y regresaron a la comunidad para dar testimonio de que resucitó. Hagamos lo mismo que ellos.

8 de mayo de 2011

2 pensamientos sobre “Homilía del 3er domingo de Pascua 2011

  1. es muy buena la reflexion de la palabra me ayuda a entender, a comprender mejor el sentido de la palabra

  2. Estimado padre Lorenzo gracias por compartir sus refelxiones, Me auyudan a mi reflexión personal y para compartir alguna palabra con los hermanos de estas comunidades de Mazamitla.

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