Homilía del 23er domingo ordinario 2011
“Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas”
Textos: Ez 33, 7-9; Rm 13, 8-10; Mt 18, 15-20.
“Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas” (Mt 18, 15). Este es el camino que Jesús propone a sus discípulos y discípulas para que se pueda vivir en armonía en la comunidad. Jesús sabe que entre los discípulos existen las desavenencias, pues somos humanos. Pero propone el modo de arreglar la situación cuando se ha dado una ofensa. Se trata de la corrección fraterna. Esto nos ayuda a revisar nuestra vida. ¿Cómo actuamos cuando alguien nos ofende?
“Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas”
Textos: Ez 33, 7-9; Rm 13, 8-10; Mt 18, 15-20.
“Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas” (Mt 18, 15). Este es el camino que Jesús propone a sus discípulos y discípulas para que se pueda vivir en armonía en la comunidad. Jesús sabe que entre los discípulos existen las desavenencias, pues somos humanos. Pero propone el modo de arreglar la situación cuando se ha dado una ofensa. Se trata de la corrección fraterna. Esto nos ayuda a revisar nuestra vida. ¿Cómo actuamos cuando alguien nos ofende?
Jesús presenta el hecho de que una persona es ofendida. Algo muy frecuente en las familias, en el trabajo y en la comunidad. No es solo si tu hermano comete un pecado, sino si ese pecado es contra ti. Si eso sucede porque alguien no se aguantó y descargó su coraje contra mí, me maltrató, me ofendió, me dijo hasta de lo que me iba a morir, entonces hay que obrar como hermano. En este caso a la persona ofendida le toca comenzar el camino de la reconciliación.
Hay una razón de fondo para actuar de esta manera. Somos una comunidad, somos discípulos y discípulas de Jesús, y todos somos responsables de todos. La comunidad no debe fracturarse y nadie debe quedar fuera de la comunidad. Por eso Jesús recomienda hablar con el hermano o hermana que está en camino de abandonar la comunidad. Si no se puede despreciar y abandonar a los pequeños, tampoco se puede excluir a quien ha ofendido a otra persona.
Ciertamente ya había la conciencia del compromiso de amonestar a quien iba por un camino distinto al del pueblo de Dios. Lo escuchamos en el texto del profeta Ezequiel. Pero Jesús le da un sentido nuevo porque de vivir o no la corrección fraterna depende que las puertas del Reino se abran o se cierren: “todo lo que aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo” (v. 18). Es, pues, responsabilidad de todos.
La ofensa entre dos miembros de la comunidad, en nuestro caso de dos personas que han recibido el Bautismo, tiene que ver con la comunidad. No solamente se distancian las personas; la comunidad se resiente. De la misma manera, cuando se encuentran para arreglar las diferencias, cuando se vive la reconciliación, es la comunidad la que se restaura. De aquí que Jesús recomiende que si no funciona la corrección de manera personal se llame a dos testigos.
Este es el siguiente paso en la búsqueda por recuperarlo. Lo que se dice delante de dos personas tiene valor de testimonio. Y si tampoco hay fruto de esta manera, entonces el asunto se lleva a la asamblea, no para condenar sino para manifestarle al hermano o hermana que es miembro de la comunidad y que tiene la puerta abierta. Si no hay cambio al tratar el caso como comunidad, no queda más que verlo como alguien que no pertenece al pueblo de Dios.
Y todo esto se tiene que hacer con amor y por amor, como dice Pablo: No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo (Rm 13, 8). Es necesario aprender a vivir la corrección fraterna como expresión del amor. Para corregir y para dejarse corregir se ocupa poner la mente y la lengua en el corazón. Se necesita tener la conciencia de que en la comunidad nadie se tiene que perder y a nadie se le debe excluir. Es necesario asegurar la armonía en la comunidad.
Al reunirnos en este día como Iglesia para celebrar el Misterio Pascual, renovamos nuestro compromiso a favor del Reino de Dios por medio de la armonía en la comunidad. La Palabra nos está invitando a reasumir el compromiso de vivir en el amor y de manifestarlo a través de la corrección fraterna. De esta manera colaboramos a la construcción de la paz en nuestro país. Dispongámonos a vivir el encuentro sacramental con Cristo resucitado en la Comunión.
4 de septiembre de 2011