Homilía del 1er domingo de Cuaresma 2012
Tentado
Textos: Gn 9, 8-15; 1 Pe 3, 18-22; Mc 1, 12-15.
Jesús aparece en el desierto. Ahí fue conducido por el Espíritu de Dios y tentado por el espíritu del mal, Satanás, como nos dice san Marcos. Esto sucedió después de su bautismo en el Jordán. Eso que le sucedió a Jesús, lo experimentó a lo largo de su ministerio y no solo esos cuarenta días; es decir, se dejó conducir por el Espíritu Santo y sufrió la tentación hasta el final de su vida en la cruz. Esto, al inicio de la Cuaresma, nos pone de frente a nuestra vida, para reflexionarla.
Tentado
Textos: Gn 9, 8-15; 1 Pe 3, 18-22; Mc 1, 12-15.
Jesús aparece en el desierto. Ahí fue conducido por el Espíritu de Dios y tentado por el espíritu del mal, Satanás, como nos dice san Marcos. Esto sucedió después de su bautismo en el Jordán. Eso que le sucedió a Jesús, lo experimentó a lo largo de su ministerio y no solo esos cuarenta días; es decir, se dejó conducir por el Espíritu Santo y sufrió la tentación hasta el final de su vida en la cruz. Esto, al inicio de la Cuaresma, nos pone de frente a nuestra vida, para reflexionarla.
Jesús fue conducido por el Espíritu que había descendido sobre Él en el bautismo. Se dejó conducir. Así había conducido Dios a su pueblo, Israel, cuando lo sacó de la esclavitud en Egipto. La Iglesia, una vez que recibió al Espíritu Santo en Pentecostés, ha sido sostenida por Él en el cumplimiento de la misión. Nosotros personalmente también recibimos al Espíritu Santo en el Bautismo. ¿Nos estamos dejando conducir por Él, como Jesús, o vamos por nuestro camino?
Jesús se retiró al desierto, así como Israel, después de pasar el Mar Rojo la noche de la Pascua, se internó en el desierto, conducido y acompañado por Yahvé. El desierto no es sólo el espacio geográfico, sino sobre todo el lugar del encuentro con Dios. Ciertamente se trataba de un desierto, pero ahí sucedió algo importante: los israelitas se forjaron como el pueblo de Yahvé, el pueblo elegido de entre todos los pueblos de la tierra. Ahí aprendieron a vivir como hermanos.
Y no fue fácil constituirse el pueblo de Dios, puesto que en el desierto experimentaron la tentación… y cayeron en ella. Se hicieron un becerro de oro y lo adoraron, diciendo que ése era el que los había sacado de Egipto. Renegaron contra Dios por el hambre y la sed, por las serpientes que los mordieron, por caminar y caminar sin llegar a la tierra prometida. Todo esto, a pesar de que se habían comprometido a tener a Yahvé como su único Dios. Faltaron a su palabra.
Sin embargo, Dios, fiel a su compromiso, les mostró su misericordia, los invitó a convertirse, les dio la oportunidad de volver a la alianza. Siguió caminando con ellos hasta que estuvieron preparados para entrar en la tierra prometida. Jesús en el desierto también fue tentado, como escuchamos. Pero no cayó, puesto que ahí, en el desierto, se fortaleció como Hijo de Dios. Lo logró en el encuentro con su Padre: se puso en sus manos, se comprometió a obedecerlo.
La tentación central es la del poder. Él era Hijo de Dios y, en esa condición, el diablo le pedía actuar. Si mostraba que podía hacer las cosas porque era Dios, entonces Jesús iba a ganar fama, a tener admiradores, a hacer y deshacer. Con tal de tener el poder, muchas personas hacen lo que sea: reciben dinero de donde venga, roban, matan, abusan de los demás, hacen sufrir. Jesús no se dejó convencer, ni en el desierto ni en el Huerto de los Olivos ni en la cruz.
A la Iglesia le ha pasado lo mismo a lo largo de los siglos. Se le ha presentado la tentación del poder y muchas veces ha caído en ella. Cuando esto ha sucedido, ha abandonado la misión. Con tal de tener el poder, ha dejado de evangelizar. Cuando se ha esforzado por serle fiel a Dios, ha crecido en su tarea misionera, a pesar de que le ha costado experimentar el martirio. Pero esto ha sucedido cuando ha hecho la experiencia de desierto para encontrarse con Dios.
Nosotros nos hemos visto envueltos en la tentación. Nadie puede decir que no ha sido tentado, nadie puede sostener que no está siendo tentado, nadie puede asegurar que no será tentado. Esto es parte de nuestra vida. Ante esta realidad, Jesús nos indica hoy el camino a seguir para salir adelante: dejarnos conducir por el Espíritu Santo, encontrarnos con Dios, mantener nuestra relación con Él, fortalecer nuestra conciencia de ser sus hijos, vivir la conversión.
26 de febrero de 2012