Homilía de la Fiesta de la Natividad de San Juan Bautista 2012
Nombre y misión
Textos: Is 49, 1-6; Hch 13, 22-26; Lc 1, 57-66. 80.
Hoy que celebramos el nacimiento de san Juan Bautista, los textos bíblicos, especialmente el Evangelio, nos ayudan a reflexionar sobre nuestra condición cristiana y sobre nuestra Diócesis, que cumple cuarenta años. San Lucas, al narrar el nacimiento del profeta, pone el acento en el nombre que llevaría el recién nacido. Tanto Isabel como Zacarías insistieron en que se llamaría Juan, como les había dicho el ángel al anunciarles que tendrían un hijo.
Nombre y misión
Textos: Is 49, 1-6; Hch 13, 22-26; Lc 1, 57-66. 80.
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Hoy que celebramos el nacimiento de san Juan Bautista, los textos bíblicos, especialmente el Evangelio, nos ayudan a reflexionar sobre nuestra condición cristiana y sobre nuestra Diócesis, que cumple cuarenta años. San Lucas, al narrar el nacimiento del profeta, pone el acento en el nombre que llevaría el recién nacido. Tanto Isabel como Zacarías insistieron en que se llamaría Juan, como les había dicho el ángel al anunciarles que tendrían un hijo.
Entre los judíos era costumbre que al primer hijo se le pusiera el nombre del papá o de algún pariente. En este caso, como en el de Jesús, quien puso el nombre fue Dios y no los papás. El ángel solamente se lo comunicó. Ellos lo aceptaron y lo asumieron, como escuchamos. En la cultura judía el nombre estaba ligado a la misión del niño. Juan significa: “Dios es misericordioso”. Y sí. Dios le mostró a Isabel su misericordia al darle un hijo, siendo anciana y estéril.
¿Cuál fue la misión del Bautista? Prepararle el camino al Mesías, invitando a la conversión, y presentarlo al pueblo como el Cordero de Dios. Esto lo hizo asumiendo el estilo de vida de los profetas. En él se cumplió lo que escuchamos del profeta Isaías: lo llamó por su nombre desde el vientre materno, lo formó para que fuera su servidor, le dio una lengua como espada filosa; vivió confiado a las manos del Señor y asistido por su fuerza, hasta morir por decir la verdad.
Al igual que Juan, nosotros recibimos un nombre. Eso sucedió en el Bautismo. Ahí fuimos llamados por nuestro nombre para integrarnos a la Iglesia. Pero, al mismo tiempo recibimos una misión, la misión de la Iglesia: ir por todo el mundo a anunciar el Evangelio, hacer discípulos por todos los pueblos de la tierra. Fuimos bautizados para evangelizar. En nuestro nombre, independientemente de cómo nos llamemos, está la misión que tenemos. ¿La estamos cumpliendo?
Como Diócesis sucede lo mismo. Vamos a cumplir cuarenta años de haber nacido y recibido un nombre. Estamos registrados como Diócesis de Ciudad Guzmán; ese es nuestro nombre oficial en la Iglesia. Y decir Diócesis equivale a decir Iglesia, pues somos una porción de la Iglesia confiada a los cuidados pastorales de un obispo. Y decir Iglesia significa que tenemos una misión. De hecho, una Diócesis es creada para realizar la misión de la Iglesia y no para otra cosa.
A una semana de celebrar el aniversario, como parte de la preparación, le damos gracias a Dios porque nos ha permitido realizar la misión de evangelizar en los pueblos del Sur de Jalisco. No solo tenemos un obispo, parroquias, sacerdotes, agentes de pastoral laicos, comunidades religiosas, seminario, planes de pastoral, una estructura pastoral con equipos y comisiones, sino que contamos con una experiencia propia de realizar la misión como Diócesis.
Al mismo tiempo, nos renovamos para seguir adelante en la búsqueda por ser una Iglesia diocesana con nombre y rostro propio. Es decir, asumimos de nuevo la tarea de realizar desde los barrios, colonias y ranchos lo que hemos ido aclarando de la Iglesia: una Diócesis profética, comunitaria, en proceso de conversión, ministerial, solidaria, celebrante. Estas dimensiones de la Iglesia las tenemos que mantener en las parroquias y en la formación de los seminaristas.
Hoy que nos encontramos congregados como comunidad para celebrar el Misterio Pascual de Cristo, nos alimentamos de su Cuerpo y Sangre. Con este alimento, recibido en el contexto de acción de gracias y renovación, esperamos parecernos a Juan Bautista que, mientras crecía físicamente, se fortalecía en el espíritu para ir a cumplir su misión como profeta. Vayamos a hacer realidad, personalmente y como Diócesis, que en el nombre que tenemos llevamos la misión.
24 de junio de 2012