De la protección a la fiesta.

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Por: Vicente Ramírez Munguía.
Ramírez.vicente8@gmail.com

En octubre Ciudad Guzmán está de fiesta. La festividad en honor al Sr. San José que los ciudadanos organizan para agradecer su encomienda de proteger al pueblo de los desastres naturales, quedó sellada en dos juramentos escritos: el primero fue en el año de 1747 y el segundo después del temblor del 22 de octubre de 1749, desde ese pacto es llamada fiesta juramentada.

Por el territorio del Valle de Zapotlán  cruza el eje transvolcánico, donde se ubica Ciudad Guzmán. El pueblo ha sufrido infinidad de temblores y desastres naturales, esto provocó que sus habitantes buscarán protectores divinos que los asistan en la calamidad. El historiador zapotlense Esteban Cibrían Guzmán, afirmó en su libro titulado: “Origen de la Feria de Zapotlán el Grande” que en la época prehispánica  “las tribus primitivas horrorizadas por las erupciones de nuestros volcanes, por los trepidantes movimientos de la tierra, dentro de sus idólatra creencia buscaron la protección de un dios”.

Según los vestigios encontrados en ésta región, los primeros habitantes de este valle de Zapotlán se encomendaron a Colli (Dios del Fuego de Occidente) a quien lo nombraron su dios y protector, “ante el horror y temor que les infundían las actividades volcánicas de la zona de occidente. Idearon llevarlo a la categoría de Dios del Fuego y nombrarlo su protector contra temblores y erupciones”, así lo afirmó Cibrían Guzmán en sus textos, ya que en aquellos tiempos la idiosincrasia de los pobladores no iba más allá que sus propias percepciones y creencias naturales sobre la vida.

Después de la conquista espiritual en 1528 emprendida por Fray Juan de Padilla, el fraile  franciscano logró reunir a los indígenas de toda la región del Valle de Tzapotlán  para fundar una nueva población a la que llamó El Pueblo de Nuestra Señora de la Asunción de Zapotlán hoy Ciudad Guzmán. Fray Juan de Padilla entendió la función del dios del fuego entre los habitantes de esta región, con los indígenas evangelizados, encomendó la protección de la nueva población a la Virgen María en su advocación de la Asunción.

Con la misteriosa llegada de las imágenes de Sr. San José, la Virgen María y Niño Jesús a la Cofradía del Rosario en 1747, Fray Juan Antonio Caro y el pueblo de Zapotlán les atribuyeron la tarea de ser sus nuevos protectores “Así fue como el Sr. Cura Fray Juan Antonio Caro y el pueblo en numerosa procesión los trasladaron (las imágenes de la Sagrada Familia) al templo parroquial, los colocaron en sus altares y proclamaron patronos y protectores de Zapotlán contras las amenazas de nuestro volcán y de toda adversidad” relató Esteban Cibrían Guzmán.

De lo anterior nació el sentido que hasta hoy en día se sigue teniendo para celebrar religiosamente o de manera cívica a las figuras que llevan el nombre de La Sagrada Familia.

En sus más de  200 años de historia la feria de Ciudad Guzmán, sigue viva con su reparto de décimas, fuegos pirotécnicos, danzas y chirimías, enrosos, desfile de carros alegóricos, corridas de toros y demás eventos que con el paso de los años se han ido sumando a esta feria.

El reparto de décimas, marca el inicio de la festividad, décima se le  nombra tradicionalmente al programa de los eventos religiosos que tendrán lugar cada año durante el mes de octubre en este caso. La décima más antigua que se tiene en la actualidad es del año 1875, el historiador Esteban Cibrían Guzmán dejó escrito cómo “en los primeros años en que se estableció la costumbre de repartir décimas, no se ponía en ellas el programa de las festividades, sólo era una excitativa a los vecinos para el adorno de sus casas e iluminación de las calles por la noche. Fue hasta 1882 en que aparece por primera vez en la décima el programa  de las festividades”.

Cabe destacar que la décima es un verso de diez líneas y que tiene que ver con la razón de ser de la festividad, la cual se selecciona después de un concurso que se realiza.

Además de los momentos religiosos entorno a la figura de Sr. San José, la festividad ofrece a los visitantes eventos culturales, y los llamados profanos, pero que son propios de la identidad de los pueblos en esta región de México como son: concurso de la reina de belleza, corridas de toros, jaripeos, desfiles, bailes y cabalgatas.

La feria de Ciudad Guzmán lucha por mantener sus signos que le dan identidad; todos los elementos que conforman cada momento de la festividad son resguardados celosamente de generación en generación. Quien encabeza los festejos religiosos es la mayordomía, elegida através de un sorteo el cual tiene fin la noche del 24 de octubre, los mayordomos son los encargados de coordinar todo el trabajo entorno a los actos religiosos.

Además de las ofrendas y festividades que se hacen alrededor de la figura de San José como protector, donde los adultos y personas mayores acercan a los pequeños de cada familia a la figura del santo protector de Zapotlán, la feria de Ciudad Guzmán es un momento de convivencia y celebración para los ciudadanos quienes a través de su participación en las corridas de toros, quemas de castillos, peregrinaciones, paseos en el recinto de la feria, aprovechan el mes de octubre para divertirse y distraerse un rato de las gran cantidad de desafíos que la realidad actual nos presenta cada día.

Así de esta manera la celebración de octubre que inicio como una ofrenda al santo patrono protector de un pueblo que ha sufrido distintos embates de la naturaleza, con el paso del tiempo se fue transformando en un acto de fiesta, alegría, devoción, fe y distracciones sociales que cada año se divide en actividades coordinadas por la iglesia católica y el Comité de Feria, organismo público descentralizado en el municipio.

La fiesta en el siglo XX
Por: Jonathan Aguirre Zúñiga

Durante el siglo XX, la Feria de Zapotlán agregó algunos elementos característicos que conocemos actualmente durante los festejos,  otros, quedaron en la orilla del camino. La celebración religiosa y la fiesta pagana despegaron a la par, y quizá a la misma velocidad que el municipio tomara las riendas de la región del Sur de Jalisco, pero ambas cambiaron con el pasar de los años.

«Y nosotros salimos ganando porque la feria de Zapotlán se hizo famosa por todo este rumbo. Como que no hay otra igual. Nadie se arrepiente cuando viene a pasar esos días con nosotros. Llegan de todas partes, de cerquitas y de lejos…”. (Arreola, J.J, 1963)

Los autores (Vizcaíno, Orozco, González y Neaves) que han estudiado la celebración dedicada a San José, mencionan que es necesario diferenciar la Feria y la Fiesta, como actividades con diferentes fines pero que emanan del mismo motivo.

Lo cierto es que tanto la fiesta tradicional como la feria, reflejan la identidad de un pueblo. El festejo  nace a la sombra del patrono del pueblo, y está cobijada por la alegría de todos los que lo visitan alrededor  del valle. La importancia del municipio de Zapotlán se ha cobijado  en el  estandarte de San José como guardián y el respeto que se le profesa  a éste.

“En nuestro caso lo que le hemos dado a llamar FERIA, nace de una fiesta religiosa, luego es en realidad una verdadera fiesta… Pero la fiesta religiosa que nace a raíz de un SISMO en que los creyentes ponen como protector a un santo, luego estos separan la fiesta propiamente dicha con la que se inicia terminada la fiesta religiosa. (Vizcaíno, Juan. 1990)

A través de la historia de Zapotlán se ha hecho hincapié en la división y lucha que existe entre los hombres de calzón y los hombres de razón. Por una parte, los indígenas dedicados a organizar y presentar un papel subordinado durante los eventos a San José, con sus característicos “Enrosos”, danzas y procesiones. Mientras que los caciques asisten a los mejores lugares y son los encargados de organizar  la fiesta que le continúa la fiesta religiosa. Sin embargo, ambos  grupos no pueden faltar cada 23 de octubre para admirar las imágenes que protegen Ciudad Guzmán.

“Le vamos a hacer a Señor San José una función como no se la han hecho nunca toda esta bola de ricos muertos de hambre…” (Arreola, J.J, 1963)

La pasión a San José  por verle  cada año,  es tan fuerte como seguir la regla de los diez mandamientos. Como lo menciona Ernesto Neaves en su capítulo,  Folklore de la feria,

“Los habitantes de una ciudad como la nuestra, parecen olvidarse de todo lo que les afecta desfavorablemente…  Es un entregarse consciente o inconsciente a una tradición que lo enlaza con el pasado, con sus raíces…  La fiesta zapotlense, tan arraigada como la maldita costumbre de la impuntualidad”.

La importancia económica de la Feria 

A principios de siglo, Zapotlán era considerado como uno de los municipios con la capacidad económica para liderar la región. Guillermo de la Peña Topete, en su publicación, Populismo, poder regional e intermediación política: El Sur de Jalisco 1900-1980, menciona que durante el año 1910 Zapotlán el Grande compartía el nombramiento de «cabecera de cantón» junto con el municipio de Sayula, ambos por tener los mejores almacenes encargados de la distribución de productos. Sin embargo, también existía un gran acaparamiento que sólo a muy pocos favorecía.

A pesar de ello, era  el mes de octubre donde  se lograba detonar los negocios locales y realizar cooperaciones  que más tarde se traducían en obras para el municipio. Juan Vizcaíno en Aspectos históricos de la Feria,  menciona que con los remanentes de la Feria se pavimentó el Jardín Principal, se terminó de construir el Lienzo Charro, así como el Casino Auditorio. Mientras que durante las corridas de toros a mediados de 1800, se recolectaba el dinero para la edificación de la Catedral.

Jorge Alejandro González, especialista en ciencias sociales, mencionó, “La Feria de Zapotlán es, como todas nuestras ferias, es una realidad social (económica, política y cultural)”

Cambios de la Feria/Fiesta Zapotlán durante el siglo XX

•          1923, Primera reina de la Feria, Srita. Luz Medina Guerra. Ante la cancelación de las fiestas religiosas debido a los conflictos cristeros.

•          Desde el año 1937 se realizan las peregrinaciones a iniciativa del Pbro. Antonio Ochoa Mendoza.

•          Entre la década de 1940, el trono fue el único en llevarse a modo de  “andas” hasta la casa del mayordomo.

•          A partir de 1989 se instala el “Callejón”, recinto dónde se comercializan las bebidas alcohólicas y el entretenimiento durante la Feria.

Feria de todos, tan grande que no ha sabido defender sus costumbres. (Vizcaíno, Juan. 1990)

Según de la Peña Topete, durante principios de siglo XX  en el municipio  existían 17 mil habitantes. Para el año de 1963, Juan José Arreola mencionó dentro de su novela La Feria, que existían alrededor de 30 mil personas. De acuerdo con el INEGI, hasta el año 2012, Zapotlán el grande supera los 100 mil, además de su población flotante de estudiantes.

“Antes era una feria de pueblo, porque se hacía todo aquí en el centro. Conocíamos a todas las personas que llegaban” Son las palabras de los que vivieron la segunda mitad el siglo pasado y con nostalgia recuerdan la década de los años sesentas, época dónde disfrutaron de la Feria en plena juventud.

Agapito Jiménez, Modesto Bejines y Federico Villalvazo, los tres pasan de los 70 años y vivieron la Feria de Zapotlán que Arreola plasmó durante esos años. Pasan las mañanas reviviendo lo que ha quedado atrás,  a través de los recuerdos y la palabra.

Modesto Jiménez originario de Santa Cruz del Cortijo, menciona que  esperaba el mes de octubre con muchas ganas para visitar Zapotlán el Grande, comprarse sus guaraches nuevos y levantarse temprano para ver las danzas en el recorrido. Más tarde, en compañía de sus amigos cooperaba con 5 pesos para comprar una botella de Blanco Madero y pasar la fiesta que se hacía en el centro. “La única diferencia, es que antes sí creíamos que dios  nos iba castigar,  de que nos pasara algo… ahorita ya no nos entusiasma venir a la peregrinación”.

La participación en los sermones, los recibimientos, toros de once y las terrazas en el jardín es lo que más se extraña de la antigua fiesta del pueblo, misma que hoy en día sólo ven de lejos puesto que a ninguno le agrada como ha cambiado.

La tradición era dar vuelta en el jardín con las muchachas. Echarles serpentinas, blanquillos, confeti, una gardenia, una flor. Meterse a la terraza, tomarse una cerveza, agarrar la banda, andar con ella aquí en el jardín… así conocí yo a mi mujer… Era bonito, ahorita ya me cambiaron todo.

Algo de nostalgia queda, nomás se vive del recuerdo.

Arreola puso a Zapotlán en el universo de las letras
Por: Cristian David Rodríguez Pinto
crizpinto@hotmail.com

“En el siglo XX hubo dos tipos de escritores: aquellos que se pueden ubicar en corrientes estéticas perfectamente definidas (realismo mágico, nacionalismo, ficción, vanguardismo) y aquellos que, por sus propuestas, escaparon de toda clasificación. Juan José Arreola es de estos últimos: un genio”. Así lo explicó Ricardo Sigala Gómez, profesor de la licenciatura en Letras Hispánicas del Centro Universitario del Sur (CUSur).

El académico explicó que, aunque en el mundo literario los cuentos de Arreola sean más valorados que La Feria (novela de relatos cortos que se desarrolla en Zapotlán), ésta, además de ser un gran texto, cumple con una función cultural: poner a Zapotlán el Grande en el mapa de la geografía literaria.

“Zapotlán tiene ese privilegio que muchas ciudades de gran tradición literaria quisieran tener: una obra que las inmortalice. París, Nueva York, Buenos Aires o la Ciudad de México la tienen; Guadalajara no. Zapotlán sí y La Feria lo da a conocer en el mundo.”

Sigala Gómez explicó: “Una crítica literaria es una reflexión sobre la condición humana. Evidentemente los seres humanos no somos perfectos y hay momentos donde esa reflexión golpea los puntos débiles de grupos sociales o de personas”.

La función siempre la ha hecho el pueblo, aunque haya mayordomo. ¿De dónde han sacado los ricos su dinero?… ‘Habéis devorado la cosecha, y del despojo de los pobres están llenas vuestras casas’. Y no soy yo quien lo dice…

-Fragmento de La Feria-

Para Rosario Solano García, escuchar su nombre al final de la rifa de la mayordomía del Señor San José 2014 fue impactante. No sabía que su madre había comprado un boleto a nombre suyo y de su hermana, Margarita. El domingo 21 de septiembre, después de más de 7 horas de atender personas en el puesto de antojitos mexicanos, que monta junto con su familia en pleno jardín, el temple firme de la educadora reflejó desacuerdo con las personas que, dice, han murmurado manejos turbios de dinero por la mayordomía.

“Es un compromiso que tienes que sacar adelante: trabajar todo el día todos los días del año… Las personas que no estén convencidas de los mayordomos, ojalá y se animen y lo hagan en la siguiente. Es mucho trabajo. La fiesta es del pueblo y sin su apoyo no se podría sacar adelante”.

Cuando se le preguntó por la cantidad que ella y su hermana están comprometidas a recaudar para los festejos al Señor San José, Rosario argumentó:

“Es mucho lo que se va a gastar. Mucho, mucho más de cien mil pesos. Para eso llevamos trabajando todo el año”.

Como usted sabe, todos los años queda en manos del Comité de Feria. Que organiza los festejos profanos, un buen remanente en efectivo que se destina siempre a una obra de beneficio social… Todos los años, es costumbre que los zapotlenses que viven fuera del pueblo se unan de alguna manera con nosotros en las celebraciones de octubre… Este año abundan ya las aportaciones en efectivo que de los ausentes está recibiendo la parroquia…

-Fragmento de La Feria-

Para el padre Alfonso Moreno Frías, Director de la Iglesia Catedral en Ciudad Guzmán, los gastos de la realización de la fiesta religiosa es cuantiosa. Según el clérigo, el costo de la fiesta religiosa de octubre oscila entre los tres millones de pesos.

“El 70% lo cubren los devotos y el otro 30% el mayordomo. Por ejemplo: el mayordomo se encarga de la ornamenta, cortinas, estipendios (para los sacerdotes que asisten a la misa de función) y comida del 22 de octubre. El año pasado, en los vestidos nuevos de las sagradas imágenes se invirtieron 28 mil pesos. Otras cosas son cubiertas por otros devotos. Por ejemplo, el trono del año pasado, que costó 90 mil pesos”.

Para Moreno Frías, la fiesta debe preservarse pues representa una oportunidad de reunión y de alegría para las familias y, para los zapotlenses en general, refuerza su identidad.

“Se regalan muchas cosas, como las décimas. Con lo que se invierte se recupera lo regalado. La fiesta es de todos, los presentes y los ausentes, sin importar estratos sociales. Todos participan, no hay exclusividad”, sentenció.

Para Sigala Gómez, una novela puede hacer reflexionar a la gente; sin embargo, la gente que podría leer y reflexionar esas obras es muy limitada. Y añadió: “Si viviéramos en una sociedad donde 80% leyera las obras literarias, y formaran parte de su reflexión cotidiana, probablemente podríamos decir que hay una influencia (en la realidad social)”.

Aunque hoy en día la literatura parece un asunto minoritario,  para fortuna de Zapotlán, La Feria de Arreola es un potencial generador de turismo.

Ricardo Sigala resaltó: “La Feria motiva a los foráneos a venir a Zapotlán. El turismo que desata la obra literaria es alternativo: religioso, antropológico y literario. Incluso, algún lector podría privilegiar condiciones pragmáticas como tomar ponche de granada o comer coachala. Cosas muy regionales… Siempre habrá un lector que desee satisfacer sus ansias de conocer el espacio físico de una obra”.

 

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