Homilía para el 6º domingo de Pascua 2015

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Amor de Jesús, amor de las mamás

Pascua6 B 15

Jesús nos ha convocado nuevamente para encontrarse con nosotros y celebrar juntos la Eucaristía. Él sigue manifestando que nos ama y nos sigue pidiendo, como escuchamos en el Evangelio, que permanezcamos en su amor y que vivamos el amor de unos para con otros. En la reflexión sobre nuestra vida, y como preparación a recibir la Comunión sacramental, podemos retomar la vivencia del amor desde la experiencia de Jesús y la práctica de las mamás, hoy en su día.

Amor de Jesús, amor de las mamás

Textos: Hch 10, 25-26. 34-35. 44-48; 1 Jn 4, 7-10; Jn 15, 9-17.

Pascua6 B 15

Jesús nos ha convocado nuevamente para encontrarse con nosotros y celebrar juntos la Eucaristía. Él sigue manifestando que nos ama y nos sigue pidiendo, como escuchamos en el Evangelio, que permanezcamos en su amor y que vivamos el amor de unos para con otros. En la reflexión sobre nuestra vida, y como preparación a recibir la Comunión sacramental, podemos retomar la vivencia del amor desde la experiencia de Jesús y la práctica de las mamás, hoy en su día.

Jesús vivió amando. Toda su vida se dedicó a darse para los demás. Eso es precisamente lo que significa amar: darse para los demás. Atendió enfermos, los curó, los reintegró a su familia y comunidad; perdonó los pecados a muchas personas, se compadeció de las multitudes que andaban como ovejas sin pastor, les anunció el Reino de Dios, multiplicó los panes y los pescados para la multitud hambrienta. A veces no le quedaba tiempo ni para comer.

Esto lo hacía con la conciencia de mantenerse unido a su Padre. Jesús experimentaba el amor de Dios, lo renovaba día a día en la oración y lo proyectaba en su entrega a los demás. Esto lo hizo hasta el fin de su vida, hasta el momento de la cruz. Allí todavía se mostró unido a su Padre, se mantuvo obediente y totalmente abandonado a Él. Por eso le pudo decir, ya para morir, que todo estaba cumplido. Las mamás viven algo parecido en relación a sus hijos.

Yo creo que la expresión más parecida al amor de Dios para con la humanidad y de Jesús hacia sus discípulos, son las mamás. Dios se dio totalmente en su Hijo por la humanidad; en Él vació todo su amor por nosotros. Jesús se dio totalmente por sus discípulos –a quienes llama amigos– hasta morir por amor en la cruz, pasando por la entrega en el Pan y el Vino en la Última Cena. Las mamás, también por amor, se dan totalmente a sus hijos hasta el final de su vida.

Las mamás no sólo conciben, gestan y dan a luz a sus hijos. Les dan de comer, se desvelan por ellos, los cambian, los consuelan, los curan; les enseñan a caminar y a defenderse en la vida, los llevan a la escuela y a la catequesis; los corrigen y les perdonan cuando la riegan, están al pendiente de ellos en todo, los encomiendan a Dios en sus oraciones. Tratándose de sus hijos, para ellas no hay limitaciones ni horarios ni trabas para atenderlos. Todo es por amor.

Jesús no sólo nos pide contemplar el modo como Él amó a la gente y a sus discípulos, sino que, en esta condición de discípulos y amigos suyos, vivamos de la misma manera que Él. Nos pide cumplir sus mandamientos y el mandamiento principal es el de amar. Dice que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado. Amando, es decir, dándonos para los demás, mostramos que somos sus amigos y que conocemos a Dios, como dice la segunda lectura.

El gran desafío para los bautizados es vivir en el amor sin horarios, sin límites, sin trabas, como nos enseña Jesús, como lo viven las mamás. ¡Qué difícil es amar para la mayoría de nosotros! Como si amar fuera algo extraordinario, algo de unos pocos “sacrificados”; y no. Es la base del cristianismo, es lo propio de los creyentes en Jesús, es el estilo de vida de sus discípulos. Revisemos nuestra propia vida: ¿Amamos? ¿Nuestra persona es para los demás, como Jesús?

Con la Eucaristía le agradecemos a Dios el amor que Él nos tiene hasta entregarnos a su Hijo único; le agradecemos el amor de Jesús para con los suyos hasta dar la vida en la cruz; le agradecemos el amor de las mamás por sus hijos. Al recibir la Comunión sacramental nos mantenemos unidos a Jesús, pues nos comemos su Cuerpo y su Sangre; y debemos mostrar esta unión en la vivencia de su mandamiento, amando a los demás como Él lo ha hecho.

10 de mayo de 2015

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