La SEP estima que 10% de los alumnos de educación básica van a desertar

Por: Carlos Efrén Rangel

La última vez que maestros y alumnos jaliscienses coincidimos en salón de clases fue jueves. Había alegría entre los estudiantes pues se vislumbraba un largo puente, al coincidir la reunión del Consejo Técnico Escolar del viernes y el festejo del natalicio de Benito Juárez el lunes siguiente: “¡nos vemos el martes!” dijimos todos. El reencuentro no ha ocurrido y ya llevamos medio año.

El vertiginoso contagio del Sars Cov 2, originado en Wuhan, provincia de Hubei en China, aterrizó con fuerza en territorio mexicano el tercer mes del 2020, y las autoridades locales emularon a las del resto del planeta en la medida para reducir su propagación: las actividades escolares se comenzaron a seguir desde casa.

La disposición no fue exclusiva de México, ni mucho menos de Jalisco, según datos de la UNESCO Mil 370 millones de estudiantes del planeta, es decir 87%, tuvieron que dejar de asistir físicamente a sus escuelas. Ninguna guerra, tampoco huracán o terremoto; para terminar pronto: nunca, nada ha alejado a tantas personas durante tanto tiempo de las clases presenciales. Esto vale la pena tenerlo presente.

El Covid 19 ha puesto en jaque a un sinfín de actividades humanas, principalmente por la facilidad con la que se contagia y su alta tasa de mortalidad. No es aceptable perder a uno de cada diez seres humanos, de ahí que las autoridades hayan preferido optar por estrategias de mitigación, de hacer más lento el avance de la enfermedad.

Con el paso de las semanas hemos podido identificar, que el Covid 19 se contagia principalmente porque el virus está en la saliva de las personas infectadas, que permanece algunos periodos flotando en el aire y que se adhiere activo a la mayoría de las superficies: piel, metal, papel, vidrio, casi cualquier cosa, que al estar en contacto con ojos, nariz o boca de una persona sana, se infecta.

La asociación médica de Texas publicó una escala del riesgo de contagio en actividades cotidianas: cinco niveles en el que el más bajo es abrir el correo o ir de campamento, y el más alto son las actividades masivas en espacios cerrados y poco ventilados. Se ha matizado en que la ventilación dispersa el virus y reduce, pero no elimina las posibilidades de contagio. En resumen, el peor lugar para estar es un cuarto cerrado, mal ventilado, durante varias horas, a poca distancia de personas que viven en diferentes lugares y con las cuales se comparten objetos: es decir, parece la descripción exacta de un típico salón de clases mexicano.

La OCDE publicó un dato que ha cobrado mucha relevancia. Entre los países que integran esta organización, el promedio es que a cada aula acudan 15 alumnos, en México durante décadas se han amontonado estudiantes en un mismo salón, y la misma organización ha promediado en 30 a los alumnos atendidos por cada maestro. El ambiente rural ayuda a hacer menos voluminosa la cifra, porque en espacios urbanos llegar a 40 alumnos por grupo, es casi la norma.

A nivel de salud pública, cerrar las escuelas ha sido efectivo. Se puede constatar en el hecho de que el perfil mayoritario de personas infectadas y fallecidas por Covid, no corresponde a edades escolares. Son más los hombres adultos quienes han contraído la enfermedad, incluso en algunos momentos se pudo asociar a la baja escolaridad: el dato cuantitativo se interpretó, como que aquellos que no tuvieron más opción que salir a trabajar para procurarse el sustento, fueron los más afectados.

Por eso México mantiene las estrategias de escuela en casa, igual que la inmensa mayoría de los 138 países que adoptaron la misma medida. Quienes se han atrevido a volver, han enfrentado recrudecimientos de la enfermedad y trágicos finales.

La medida ha puesto en aprietos a familias que enfrentan el empobrecimiento y las dificultades de acceder a los medios de enseñanza, y los profesores la sobrecarga de trabajo aunada a la nula formación previa en materia tecnológica. Son la voluntad de aprender, el oficio de enseñar aún en las peores circunstancias, en que padres de familia, alumnos y maestros han mantenido los edificios cerrados, pero las escuelas abiertas.

Carlos Efrén Rangel

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por el ITESO. Maestro en Educación Básica por la UPN. Profesor de Español en Secundaria en la SEJ, y en la Secundaria Autlán. Profesor de Postgrado en la UPN 143. Editor de El Puente. Fue periodista durante 15 años.

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