Celebración de los 40 años de nuestra Diócesis
La comisión responsable de coordinar la celebración de los 40º aniversario de la erección de...
Es una especie de portada. Contiene referencias y ligas del contenido de las demás secciones. Sólo informaciones pequeñas estarán completas, el resto serán llamados. También es un tablero de avisos.
La comisión responsable de coordinar la celebración de los 40º aniversario de la erección de...
Textos: Dt 4, 32-34. 39-40; Rm 8, 14-17; Mt 28, 16-20.
Hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. Esta fiesta nos vuelve a los derechos y deberes que adquirimos en el Bautismo. Fuimos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, según el mandato de Jesús. En esa celebración quedamos constituidos hijos del Padre, hermanos de Jesús y templos del Espíritu Santo. Con esta Eucaristía le damos gracias a Dios y renovamos nuestra comunión con Él en esa triple dimensión de nuestra vida.
Textos: Hch 2, 1-11; 1 Cor 12, 3-7. 12-13; Jn 20, 19-23.
Hoy celebramos Pentecostés. Para nosotros, Pentecostés es el inicio de la Iglesia. Para los judíos era la fiesta de las cosechas. Por eso había tanta gente en Jerusalén el día en que vino el Espíritu Santo sobre los discípulos y discípulas de Jesús. Al recibir el Espíritu Santo, Pedro y los demás comenzaron a dar testimonio de Jesús y lo hicieron de tal manera que quienes los escuchaban entendían lo que ellos y ellas decían: las maravillas de Dios realizadas en la persona de Jesús.
Textos: Hch 1, 1-11; Ef 4, 1-13; Mc 16, 15-20.
Nos encontramos en los textos bíblicos dos testimonios de la Ascensión del Señor, acontecimiento que celebramos en este día. La misión de Jesús termina e inicia la misión de la Iglesia. Es la misma misión de ir por el mundo anunciando el Evangelio; la diferencia es que Jesús ya la había realizado y ahora le toca a la Iglesia vivirla. Jesús mismo se la confía al decir a sus discípulos que “vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura” (Mc 16, 15).
Textos: Hch 10, 25-26. 34-35. 44-48; 1 Jn 4, 7-10; Jn 15, 9-17.
El texto del Evangelio que se acaba de proclamar es continuación del que escuchamos y reflexionamos el domingo pasado, el de la vid y los sarmientos. Allí Jesús nos pedía permanecer unidos a Él para dar frutos; aquí nos pide permanecer en su amor, de la misma manera en que Él permanece en el amor de su Padre. También nos dice el modo de mantenernos en su amor: cumpliendo sus mandamientos. Y su mandamiento es que nos amemos como Él nos ha amado.
Textos: Hch 9, 26-31; 1 Jn 3, 18-24; Jn 15, 1-8.
Jesús nos manda que permanezcamos unidos a Él para dar fruto. Para ayudarnos a comprender mejor esto, nos pone el ejemplo de la vid y los sarmientos, o sea, de la relación existente entre el tronco y las ramas. Permanecer unidos, vivir unidos, lograr la unidad es mucho más que estar junto con la otra o las otras personas. Significa entrar en comunión de corazón, asumir y sostener proyectos comunes, compartir la vida. Eso es lo que nos pide Jesús en relación a Él.
Textos: Hch 4, 8-12; 1 Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18.
Este 4º domingo de Pascua celebramos en la Iglesia la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. A la luz de los textos bíblicos que se han proclamado, especialmente el del Evangelio, podemos reflexionar sobre la vocación común que tenemos como bautizados: ser ovejas del Buen Pastor. En el Bautismo Jesús, que es el Buen Pastor, nos llamó por nuestro nombre y nos integramos a su redil. Desde entonces nuestra tarea consiste en conocerlo y escuchar su voz.
Textos: Hch 3, 13-15. 17-19; 1 Jn 2, 1-5; Lc 24, 35-48.
Cuando los discípulos vieron y oyeron a Jesús se asustaron, pensando que era un fantasma. Era el mismo día de la Resurrección por la tarde. Desde la mañana tenían el testimonio de las mujeres, aunque no les habían creído. Ya los discípulos de Emaús estaban de nuevo con la comunidad compartiendo su experiencia de encuentro con el Resucitado; también los demás estaban platicando que era cierto que había resucitado y se le había aparecido a Simón.
Textos: Hch 4, 32-35; 1 Jn 5, 1-6; Jn 20, 19-31.
Tomás decía a los demás discípulos y discípulas que necesitaba ver y tocar las llagas del Señor Jesús para creerles que de veras había resucitado. Por algo, pero no estaba con la comunidad cuando Jesús se encontró con ellos el día de su Resurrección. Eso que le sucedió a Tomás nos pasa continuamente a nosotros: nos salimos de la comunidad y nos cuesta creer en el Resucitado. Además, el mundo espera ver nuestra fe, es decir, nuestro testimonio cristiano, para creer.
Textos: Hch 10, 34. 37-43; Col 3, 1-4; Mc 16, 1-7.
Otra vez las mujeres. Aparecen en el texto del Evangelio como protagonistas. Así se mantuvieron durante la Pasión de Jesús. A diferencia de los demás discípulos que lo abandonaron y huyeron, ellas lo siguieron, vieron dónde lo sepultaron, se prepararon para ir a ungir su cuerpo despedazado en la cruz. Y no eran solo tres, sino muchas otras que habían ido con Él a Jerusalén, según escuchamos de san Marcos en la narración de la Pasión el domingo de Ramos.
Hemos encendido nuestros cirios tomando la luz del fuego nuevo, símbolo de Cristo resucitado. Él es la luz que brilla en medio de la noche, como se acaba de cantar en el pregón pascual. Es la luz que necesitamos mantener encendida para que se ahuyenten las tinieblas de la violencia en nuestro país. Es la luz en que nos tenemos que convertir para iluminar la vida de nuestras familias y comunidades. No salgamos de esta celebración y vivamos en la oscuridad.
Textos: Is 52, 13-53, 12; Hb 4, 14-16; 5, 7-9; Jn 18, 1-19, 42.
Me parece que la carta que Javier Sicilia llevó al Papa antes de su venida a México, nos sirve de reflexión para este Viernes Santo. Leo algunos trozos que nos ayudan a profundizar en la Pasión del Señor que estamos celebrando: