Todos perdemos con la muerte de Goyo
Por: Vicente Ramírez Munguía La tarde de lunes 12 de febrero el Procurador General de...
Es una especie de portada. Contiene referencias y ligas del contenido de las demás secciones. Sólo informaciones pequeñas estarán completas, el resto serán llamados. También es un tablero de avisos.
Por: Vicente Ramírez Munguía La tarde de lunes 12 de febrero el Procurador General de...
Textos: Is 58, 7-10; 1 Cor 2, 1-5; Mt 5, 13-16.
Este domingo la Palabra de Dios nos ayuda a vernos en nuestra vida cristiana a partir de dos imágenes muy sencillas y claras: las de la sal y la luz. Jesús dijo a sus discípulos que son la sal de la tierra y la luz del mundo. La tierra y el mundo son los espacios donde los discípulos de Jesús hacen su vida, en medio de muchas otras personas: la familia, la comunidad, la escuela, el trabajo, la sociedad. Si vemos bien, casi todos los cristianos estamos desabridos y apagados.
Textos: Mal 3, 1-4; Hb 2, 14-18; Lc 2, 22-40.
Hoy, aunque es el Día del Señor, no se proclamaron los textos bíblicos correspondientes al domingo, dado que celebramos la fiesta de la Presentación del Señor. En el Evangelio se nos narra lo que sucedió el día en que llevaron al Niño Jesús a presentar al templo. Con ese hecho, se cumplió lo que aparece en las otras dos lecturas: el Señor, que entró en el tempo de improviso, tenía nuestra misma sangre. Al llegar, fue recibido con alegría por dos ancianos con esperanza.
Textos: Is 8, 23-9, 3; 1 Cor 1, 10-13. 17; Mt 4, 12-23.
El texto del Evangelio nos ofrece el inicio de la misión de Jesús. San Mateo dice que Jesús dejó su casa y su pueblo para irse a la misión. Se fue a Galilea, a tierra de paganos. Se fue a la periferia a llevar la Buena Nueva del Reino a los despreciados por el mundo judío. No esperó a que vinieran a donde Él estaba, sino que fue, caminó a su encuentro, los buscó, les hizo la invitación a entrar en el Reino de Dios. Esto quiere decir que la salvación es para todos los pueblos.
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Textos: Is 49, 3. 5-6; 1 Cor 1, 1-3; Jn 1, 29-34.
Después de haberle preparado el camino a Jesús, disponiendo a la gente con la conversión y el bautismo, Juan lo presentó ante el pueblo. Fue lo que escuchamos en el texto del Evangelio de este domingo. Lo presentó como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Para nosotros no es familiar esta imagen del cordero, pero para los judíos sí. Para ellos hacía relación al cordero pascual y, por tanto, implicaba la sangre y la muerte, pero también la salvación.
Textos: Is 42, 1-4. 6-7; Hch 10, 34-38; Mt 3, 13-17.
En el texto del Evangelio que acabamos de escuchar, san Mateo nos narra el Bautismo de Jesús. Es importante que tengamos en cuenta lo que sucedió en el Jordán, porque eso mismo pasa con cada una de las personas que reciben el Bautismo. Para nosotros este domingo, en que celebramos el Bautismo del Señor, se nos presenta una oportunidad para renovar nuestra condición bautismal, sobre todo teniendo en cuenta que fuimos bautizados para ir a la misión.
Textos: Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3. 5-6; Mt 2, 1-12.
En este domingo celebramos la manifestación de Dios a todos los pueblos de la tierra. En este acontecimiento, al que llamamos Epifanía del Señor, descubrimos que Dios no es propiedad exclusiva de ningún pueblo ni de ninguna religión; Dios le pertenece a toda la humanidad. En los magos de oriente están representados los pueblos de todos los tiempos. Dios se les manifestó en la pequeñez de un Niño débil, recostado en un pesebre, y esto los llenó de alegría.
Textos: Nm 6, 22-27; Gal 4, 4-7; Lc 2, 16-21.
Con la Eucaristía le damos gracias a Dios por lo recibido a lo largo del año que ha terminado y nos ponemos en sus manos para aprovechar lo que Él nos dará en este año que comienza, para cultivar la hermandad y la paz. Hoy nos encontramos con el testimonio de la Virgen María que iba aprendiendo a ser mamá. Por eso le agradecemos a Dios el don de la maternidad, que le concedió a la Virgen, a nuestras mamás y les concede a tantas mujeres en el mundo.
Textos: Eclo 3, 3-7. 14-17; Col 3, 12-21; Mt 2, 13-15. 19-23.
Nos hemos reunido como familia espiritual –somos Iglesia– para celebrar la Eucaristía. En este último domingo del año, agradecemos a Dios la vida y el testimonio de la Sagrada Familia, encabezada por san José y la Virgen María y completada con Jesús, el Hijo. Su testimonio y los textos bíblicos que se han proclamado nos iluminan en relación a una de las tareas que tienen todas nuestras familias: la de formar a sus miembros en la hermandad.
Textos: Is 52, 7-10; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18.
Hoy que estamos celebrando el Nacimiento de Jesús, la Palabra de Dios nos presenta al Hijo de Dios como Palabra. No es una palabra cualquiera sino La Palabra de Dios. En la vida ordinaria la palabra se pronuncia, se escucha, se interioriza, se responde; la palabra es para comunicarla. En el caso de la Palabra de Dios, es decir, de su Hijo, con mayor razón debe –o debiera– suceder lo mismo, pero con mayor profundidad y compromiso de parte de los miembros de la Iglesia.
Textos: Is 9, 1-3. 5-6; Ti 2, 11-14; Lc 2,1-14.
Nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía y agradecer con ella el Nacimiento del Hijo de Dios. Los textos que escuchamos nos lo presentan como Luz, Salvador, Consejero, Dios, Padre, Príncipe de la paz, Esperanza, Mesías, Señor; pero, sobre todo, aparece como motivo de la alegría de todo el pueblo y, de modo especial, de los pobres. En esta noche nos unimos a esta alegría, lo que nos compromete a vivir pobres y a ser motivo de alegría para los pobres.