Las primaveras son el cobijo para los difuntos
En estos tiempos violentos, los panteones cada vez son más visitados por los familiares de...
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En estos tiempos violentos, los panteones cada vez son más visitados por los familiares de...
Textos: Eclo 15, 16-21; 1 Cor 2, 6-10; Mt 5, 17-37.
A Jesús lo acusaban de estar en contra de la ley y de violar los mandamientos establecidos en ella. Por eso retoma, en este texto que acabamos de escuchar, su modo de ubicarse ante la ley y, además, plantea lo que espera de sus discípulos. Dios da sus mandamientos para que su pueblo viva en la hermandad, de manera que sea referente para todos los pueblos de la tierra. Dios espera que los miembros de su pueblo vivan sus mandamientos con total libertad.
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Textos: Is 58, 7-10; 1 Cor 2, 1-5; Mt 5, 13-16.
Este domingo la Palabra de Dios nos ayuda a vernos en nuestra vida cristiana a partir de dos imágenes muy sencillas y claras: las de la sal y la luz. Jesús dijo a sus discípulos que son la sal de la tierra y la luz del mundo. La tierra y el mundo son los espacios donde los discípulos de Jesús hacen su vida, en medio de muchas otras personas: la familia, la comunidad, la escuela, el trabajo, la sociedad. Si vemos bien, casi todos los cristianos estamos desabridos y apagados.
Textos: Mal 3, 1-4; Hb 2, 14-18; Lc 2, 22-40.
Hoy, aunque es el Día del Señor, no se proclamaron los textos bíblicos correspondientes al domingo, dado que celebramos la fiesta de la Presentación del Señor. En el Evangelio se nos narra lo que sucedió el día en que llevaron al Niño Jesús a presentar al templo. Con ese hecho, se cumplió lo que aparece en las otras dos lecturas: el Señor, que entró en el tempo de improviso, tenía nuestra misma sangre. Al llegar, fue recibido con alegría por dos ancianos con esperanza.
Textos: Is 8, 23-9, 3; 1 Cor 1, 10-13. 17; Mt 4, 12-23.
El texto del Evangelio nos ofrece el inicio de la misión de Jesús. San Mateo dice que Jesús dejó su casa y su pueblo para irse a la misión. Se fue a Galilea, a tierra de paganos. Se fue a la periferia a llevar la Buena Nueva del Reino a los despreciados por el mundo judío. No esperó a que vinieran a donde Él estaba, sino que fue, caminó a su encuentro, los buscó, les hizo la invitación a entrar en el Reino de Dios. Esto quiere decir que la salvación es para todos los pueblos.
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Textos: Is 49, 3. 5-6; 1 Cor 1, 1-3; Jn 1, 29-34.
Después de haberle preparado el camino a Jesús, disponiendo a la gente con la conversión y el bautismo, Juan lo presentó ante el pueblo. Fue lo que escuchamos en el texto del Evangelio de este domingo. Lo presentó como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Para nosotros no es familiar esta imagen del cordero, pero para los judíos sí. Para ellos hacía relación al cordero pascual y, por tanto, implicaba la sangre y la muerte, pero también la salvación.
Textos: Is 42, 1-4. 6-7; Hch 10, 34-38; Mt 3, 13-17.
En el texto del Evangelio que acabamos de escuchar, san Mateo nos narra el Bautismo de Jesús. Es importante que tengamos en cuenta lo que sucedió en el Jordán, porque eso mismo pasa con cada una de las personas que reciben el Bautismo. Para nosotros este domingo, en que celebramos el Bautismo del Señor, se nos presenta una oportunidad para renovar nuestra condición bautismal, sobre todo teniendo en cuenta que fuimos bautizados para ir a la misión.
Textos: Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3. 5-6; Mt 2, 1-12.
En este domingo celebramos la manifestación de Dios a todos los pueblos de la tierra. En este acontecimiento, al que llamamos Epifanía del Señor, descubrimos que Dios no es propiedad exclusiva de ningún pueblo ni de ninguna religión; Dios le pertenece a toda la humanidad. En los magos de oriente están representados los pueblos de todos los tiempos. Dios se les manifestó en la pequeñez de un Niño débil, recostado en un pesebre, y esto los llenó de alegría.
Textos: Nm 6, 22-27; Gal 4, 4-7; Lc 2, 16-21.
Con la Eucaristía le damos gracias a Dios por lo recibido a lo largo del año que ha terminado y nos ponemos en sus manos para aprovechar lo que Él nos dará en este año que comienza, para cultivar la hermandad y la paz. Hoy nos encontramos con el testimonio de la Virgen María que iba aprendiendo a ser mamá. Por eso le agradecemos a Dios el don de la maternidad, que le concedió a la Virgen, a nuestras mamás y les concede a tantas mujeres en el mundo.
Textos: Eclo 3, 3-7. 14-17; Col 3, 12-21; Mt 2, 13-15. 19-23.
Nos hemos reunido como familia espiritual –somos Iglesia– para celebrar la Eucaristía. En este último domingo del año, agradecemos a Dios la vida y el testimonio de la Sagrada Familia, encabezada por san José y la Virgen María y completada con Jesús, el Hijo. Su testimonio y los textos bíblicos que se han proclamado nos iluminan en relación a una de las tareas que tienen todas nuestras familias: la de formar a sus miembros en la hermandad.