Zapotlán en tiempos del COVID19
Por: Luis Antonio Villalvazo
Foto: Yenitzel Chávez
Segundo de cinco apuntes
El martes 24 de marzo, las autoridades sanitarias a nivel nacional declaran el inicio de la fase 2. Aparece la atinada Jornada Nacional de “Sana distancia” y la persistente recomendación “Quédate en casa” como medidas sociales necesarias para minimizar los riesgos de expansión y contagio del COVID-19.
En la última semana de marzo, las restricciones aumentaron y los problemas se multiplicaron. Los comerciantes informales, que en esta ciudad son aproximadamente un 60 por ciento, empezaron a sufrir las consecuencias. “No podemos darnos el lujo de quedarnos en casa. Prefiero correr el riesgo de contagiarme del virus que dejar a mi familia morir de hambre”, señaló David Hernández, repartidor de agua.
Para los dueños de restaurantes, tiendas de ropa, papelería, farmacias… su situación empezó a convertirse en un “calvario” por la poca venta y por la necesidad de cubrir los gastos de operación y salarios a sus empleados.
Algunos dueños de negocios establecidos despidieron a empleados y a otros les rebajaron la mitad de su salario. Joel Luisjuán, operador de un camión de transporte urbano y los hermanos José y Pedro Hernández, ambos albañiles y vecinos de la colonia Teocalli padecen en carne propia esta situación.
“Este virus no respeta fronteras ni clases sociales. A todos nos puede llegar. Es un problema grave de salud que afecta, de manera directa, a los más jodidos que sobreviven con lo mínimo”, señaló por vía telefónica Rogelio Sánchez, académico del CUSur.
Los últimos días de marzo, por iniciativa de las autoridades civiles y de protección civil, la ciudad fue bombardeada por un insistente perifoneo que invitaba a poner en práctica las medidas preventivas. Pero pasó como las llamadas a misa que todos oímos, pero muy pocos hacemos caso.
Noé Barragán, profesor de la secundaria 100, con quienes hacían fila para pagar sus compras en la tienda de la esquina de las calles Colón y López Cotilla comentó: “Este virus tan pequeño e invisible nos ha puesto en jaque. Las calles vacías y sin ruidos son reflejo de nuestros vacíos y silencios que vivimos en nuestras familias”.
La señora Lupita que estaba a su lado, cargando dos bolsas y una cincuentena de años, aunó el comentario: “Este maldito virus es una amenaza pero también una oportunidad que Dios nos da para romper con nuestros intereses egoístas. Me molesta que a mucha gente no le cae el veinte y sigue como si nada”, señaló.
Pbro. Luis Antonio Villalvazo
Director de El Puente. Vicario Parroquial de San Antonio. Ciudad Guzmán.