Terrorismo, propaganda y mensajeros

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Rosa Eugenia García Gómez

 

La violencia protagonizada por grupos delictivos en Guanajuato, Chihuahua, Baja California y Jalisco, ha desatado una discusión por las interpretaciones tanto desde la trinchera política, como de la mediática sobre estos actos, que indudablemente afectan a la población de nuestros estados.

Yuriria Ramírez Castro, doctora en Ciencias políticas y penales, entrevistada por Carmen Aristegui, señaló que, en cualquier código penal del mundo, los actos que se dieron en el nuestro y otros estados, se consideran acciones terroristas.

De acuerdo con González Calleja en su libro El fenómeno terrorista, los estudiosos se han aproximado a esta manifestación desde diferentes perspectivas. Por una parte, como una forma de violencia que genera perturbaciones psicológicas, y en este sentido se establece que terror y terrorismo no son lo mismo, sin embargo, ambos dependen de la propaganda, emplean la violencia de modo exagerado y hacen alarde de indiferencia a la vida humana.

Al fenómeno terrorista también se le analiza como el resultado de disfunciones esenciales en el desarrollo sociopolítico, esto es, una aproximación causal centrada en los contextos represivos, injustos y rígidos generadores de desigualdad y división social, combinados con la ineficacia del estado y una cultura de confrontación violenta.

Otro acercamiento al estudio del terrorismo es su entendimiento como una violencia aberrante, o sea, producto del adoctrinamiento, la organización y acción de grupos violentos de naturaleza antidemocrática y sectaria.

Finalmente, está la tendencia a analizar al terrorismo como una estrategia subversiva de manifestaciones violentas en una búsqueda por el control político de un Estado. Es decir, como el comportamiento político de una organización terrorista.

La doctora Ramírez Castro lo dijo claramente, reconocer que en México hay terrorismo, equivale a sanciones económicas, la interrupción de tratados comerciales y la afectación de otros campos, entre ellos el turístico. Nadie quiere nada con un estado afectado por el terrorismo. Es por ello que López Obrador se resiste a aceptar que sean de terrorismolos actos violentos que han protagonizado estos cuatro estados.

Los tilda de propagandísticos, pero como ya vimos, la propaganda también es parte de las acciones terroristas, es una forma de enviar mensajes con una actitud amenazadora y estratégica para intimidar, con un característico desdén por la vida humana y desprecio por las leyes. O sea, son actos delictivos que el Estado no ha podido prevenir y le cuesta mucho detener y sancionar.

Pero haciendo un análisis de la historia reciente, los bloqueos e incendio de 2015 en nuestro estado tampoco fueron aceptados como terroristas por parte del gobierno de Peña Nieto como tampoco los hechos de la guerra contra el narcotráfico declarada por Felipe Calderón, y ambos se caracterizaron por una violencia exacerbada que generaron miedo y terror en los habitantes de nuestro estado y país,  evidentemente señal de una descomposición social y económica.

Que el presidente de la República la tome contra los medios y los periodistas no es nuevo. Castigar al mensajero es la acción de botepronto más socorrida. Sin embargo, sea o no terrorismo, y se reconozca o no como tal, lo cierto es que los hechos extremadamente violentos se han dado desde hace décadas y aunque el anhelo de los gobernantes es que no existan voces incómodas que los hagan públicos, es parte de los estados democráticos la labor periodística que pone el dedo en la llaga, no para molestar, sino para coadyuvar en el entendimiento de la enfermedad social y poner a los responsables, aunque no les guste, en el camino de su deber reparador de las estructuras sociales, políticas y económicas, que se comprometieron a cuidar y hacer crecer de manera positiva, cuando buscan, logran y aceptan su cargo de elección popular.

 

 

Rosa Eugenia García Gómez

 

 

 

 

 

 

Coordinadora de la Licenciatura de Periodismo en el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara.

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