La portada del New York Times
Por Rosa Eugenia García Gómez
A estas alturas del confinamiento y de la propagación de la enfermedad, nos podemos empezar a cansar de las cifras. A veces las gráficas y los números incesantes de conteos permanentes nos llevan al hartazgo.
Las conferencias de prensa y los titulares con números, así como las gráficas en las páginas interiores de los diarios o en las pantallas, nos abruman con barras y líneas crecientes y en ocasiones hasta con una tendencia errática. El exceso de información así, resulta contraproducente al fin de la comunicación que es dar certeza y tranquilidad.
Los periodistas de The New York Times en su portada del domingo 24 de mayo pasado nos dan una lección de enfoque pertinente y oportuno pues bajo un titular cuya traducción al español reza “Muertes en Estados Unidos cercanas a las 100,000, una pérdida incalculable”, se enuncian un millar de historias, que continúan en la página 12.
Los diseñadores de hoy y de un par de décadas recientes dirían que es una plasta de letras que haría huir a cualquier lector, particularmente al internauta actual que no tolera un cúmulo de información carente de imágenes o fotografías. Hoy el contexto hace que cambiemos la perspectiva de esa apreciación.
En este momento de la pandemia importan las personas: los que ya no están, los que le hacen falta a su familia, a sus amigos, los que ya no van a volver al trabajo o a la escuela.
Las historias que recabó el equipo de periodistas del más reconocido diario estadounidense, incluyen el nombre de las víctimas de la pandemia en negritas seguido de su edad, ciudad y estado y algún dato distintivo de su vida en una breve descripción en apenas dos y a veces tres o más líneas de la página conformada de 143 renglones y 7 columnas.
A la vista parece que lo diseñaron e imprimieron a mediados de los 70´s. Al leerlo surgen los sentimientos de tristeza y empatía por los deudos de cada persona, pues los relatos fácilmente nos llevan a identificarlos con alguien que conocemos: una vecina, algún colega, la médica o el enfermero que alguna vez nos atendieron, una alumna… el abuelo, la madre o el hijo de alguien.
El mensaje termina por llegar de manera contundente: la enfermedad está presente y es democrática en cuanto que puede afectar a personas de todo tipo. Y aunque la practicidad informativa nos lleva a conteos y cifras escandalosas, es la condición humana de cada quien la que importa hacer visible a través del anuncio del vacío que dejó y de su historia compartida con el resto de la humanidad.
Rosa Eugenia García Gómez
Coordinadora de la Licenciatura de Periodismo en el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara.