“Internet, la plaza en disputa”: Rossana Reguillo
Los 2.7 millones de jaliscienses sin acceso a internet, ¿son menos ciudadanos? ¿Qué gana el CJNG con sus videos en redes? ¿Cuáles movimientos sociales tienen más potencia en este momento? En medio de la pandemia por el COVID-19, El Puente entrevistó a Rossana Reguillo. En un esfuerzo por imaginar un futuro optimista, la profesora emérita del ITESO habló de la urgencia de que la ciudadanía use las redes sociales de internet de manera inteligente, amorosa y protectora de los otros.
Las batallas de la sociedad contra la inseguridad, la injusticia y la ineficiencia gubernamental no solo se libran en plazas públicas. Para Rossana Reguillo, internet, y específicamente las redes sociales como Twitter, Facebook y YouTube, son una expansión del espacio público donde existe diálogo, intercambio y, como en las plazas tangibles, una guerra por su dominio.
En 1991, cuando internet comenzó a llegar a México por medio de conexiones limitadas a las universidades públicas, Rossana Reguillo construyó una conclusión futurista en su tesis de maestría en comunicación en el ITESO: “la comunicación que existe y fluye en la vida cotidiana es tanto o más efectiva que la que proviene de los medios en la conformación de distintos significados sobre la realidad”.
Cinco años después, Rossana desafió a los profesores de su doctorado en ciencias sociales en el CIESAS Occidente y convirtió su investigación sobre el surgimiento de una sociedad tapatía más crítica y exigente, tras las explosiones del 22 de abril de 1992, en un documental. El trabajo le valió el Premio Nacional de Antropología y el Premio Iberoamericano a la Investigación Municipal y Regional.
La pandemia de COVID-19 orilló a la hoy profesora emérita del ITESO a resguardarse en un pequeño solar con vista al lago de Chapala, desde donde juega con sus ocho perros rescatados de la calle; videollama a sus colegas de Estados Unidos, Argentina y Colombia y coordina el laboratorio de análisis Signa_Lab.
Uno de sus últimos trabajos fue el informe “Ataques selectivos: estrategias de desprestigio y descalificación. El caso de experiodistas en Notimex”. Junto con su equipo de colaboradores, Reguillo documentó el uso coordinado de diferentes cuentas de Twitter para atacar a periodistas que fueron despedidos de la agencia de noticias del Estado Mexicano, Notimex, luego de que tuvieron diferencias con la directora, Sanjuana Martínez.
No habían transcurrido 24 horas desde la publicación del informe cuando, de acuerdo con sus colaboradores, la cuenta de Twitter de Rossana (@rossanareguillo) recibió cuatro mil 830 mensajes de odio.
“No tengo cuentas pendientes, no obedezco a ninguna agenda oscura, hago la chamba que siempre he hecho: desvelar al poder y sus tácticas y no me han importado sus siglas, me debo a la ética y al pensamiento crítico”, respondió Rossana en un tuit.
Es la semana del regreso a clases. Una tarde soleada, después de atender videollamadas con sus colegas y antes de sacar a sus ocho perros a pasear, Rossana abre la cámara de su celular para hablar sobre internet y Jalisco, lugares desde los que trata de entender el mundo.
Usted es académica, activista, periodista, bloguera, tuitera y ciudadana. ¿Con cuál faceta se siente más plena?
Yo creo que todas son partes complementarias del mismo afán, de la misma lucha, de la misma voluntad de comprometerse con y por los otros.
En algunos momentos me parece que el blog resuelve. En algunos otros la palabra académica más densa es lo que corresponde. A veces el tuit. Depende mucho.
Todas son expresiones de una misma voluntad y de una misma lucha. Es un compromiso que adquirí, yo siendo muy joven, por la justicia, por la dignidad, por una ciudadanía plena y, sobre todo, por las y los jóvenes que han sido siempre un motor muy importante de mis búsquedas en mi trabajo constante.
En el poema “La luna en Salamanca” nuestro paisano Hugo Gutiérrez Vega relaciona la identidad de una persona a las experiencias que vive en un lugar geográfico específico. Dice: “Ser de un país, tener memoria propia (…) Saber, en fin, el nombre de una roca conocida en la infancia (…) Que nos duelan las cosas de esa tierra con un dolor de entrañas mal heridas”. Usted nació en Guadalajara, pero ha hecho etnografía en Nueva York, Buenos Aires, Medellín, San Juan y en internet. ¿De cuál espacio le duelen más los problemas?
Yo creo que una es del lugar que le duele: no el que te vio nacer sino el que te ve crecer, el que te ve luchar. Creo que el poema es muy atinado en el sentido en el que una ha sido formada en una cultura local. Mis raíces son mexicanas, pese a que mi padre era español y yo crecí con esa mitad mía mirando hacia España. Indudablemente la mexicanidad hace parte fundamental de mí.
Sin embargo, una de mis aspiraciones más fuertes es asumir un cosmopolitismo humilde. Se oye muy pretencioso eso de ser “ciudadana del mundo”. No me refiero a la apropiación de la globalidad, sino a la apropiación de la dimensión humana, de los problemas, de la dimensión más social que nos hace hermanarnos de una manera muy intensa con la gente de El Salvador, con estos éxodos masivos. O recientemente con la gente en Líbano, en Beirut.
Hay una marca, una impronta local, que te hace ver y leer el mundo desde determinado lugar. Creo que mi aspiración es a involucrarme de una manera consciente con el mundo.
En su obra académica el espacio es un objeto de estudio muy recurrente. Por ejemplo, en el ensayo “El otro antropológico”, de 2002, usted habló de que internet aceleró la generación de un “espacio público expandido”. Y en su último libro, “Paisajes insurrectos”, de 2017, mencionó que “las plazas son un símbolo (…) Sola, la plaza no significa nada. Pero, con bastante gente, ocupar una plaza puede cambiar el mundo”. ¿Es internet una plaza en disputa?
Sí, indudablemente. Yo estoy convencida de que internet no es “otro lugar” fuera de la realidad, sino que configura la realidad misma. Y en ese sentido es un espacio en disputa en el que se dirimen controversias, conflictos que son fundamentales para nuestra comprensión del mundo.
Es un espacio en disputa, es una trinchera y también es un espacio de acuerpamiento y acompañamiento social, pese a los terribles usos que de pronto vemos en internet y en las redes.
Es cada vez más importante problematizar la noción de espacio en internet, comprenderla, y cada vez más urgente y necesario no pensar que es un “otro lugar”, “un exoplaneta” donde las cosas que pasan ahí no tienen repercusión en la vida off line. Me parece un error muy grave.
La Narcomáquina y la contra-máquina
En su ensayo “Narcomáquina», de 2011, usted habló de que parte del poder del narco consiste en ocupar un espacio ilocalizable, tener presencia fantasmagórica en la geografía y en la política: sabemos que está ahí, que deshumaniza cuerpos, que corrompe funcionarios públicos, pero no tiene un rostro claro.
En abril de 2020 se viralizaron en redes tres videos en los que hombres armados con insignias del Cártel Jalisco Nueva Generación reparten despensas en Tecalitlán, Tonila y Tuxpan. Otro video difundido el 17 de julio, un día después de que el presidente López Obrador estuvo en Jalisco, muestra a hombres armados y uniformados, 19 vehículos blindados, algunos con artillería antiaérea. La Secretaría de la Defensa Nacional confirmó que este video fue grabado en los límites entre Jalisco y Michoacán.
Un grupo criminal como este, que en el espacio tangible es capaz de derribar un helicóptero de la SEDENA, como lo hizo en Villa Purificación en 2015, ¿qué gana con tener presencia en el espacio público expandido, en la plaza de internet?
El narco más primitivo se contentaba en dejar una narcomanta, se contentaba en dejar un cuerpo inscrito con una caligrafía del horror. Más allá de cabezas o cuerpos colgados, fue el Cártel de Sinaloa en Ciudad Juárez el que empezó con el uso de YouTube para hacer llegar torturas.
Con el Cártel Jalisco Nueva Generación vemos una transformación muy importante en la narrativa del narco, de los grupos del crimen organizado. Esto que vemos es una producción hollywoodense.
En toda la producción de los videos de las entregas de despensa y este último haciendo alarde del armamento que tienen están exhibiendo tres cosas: poderío militar, capacidad de ocupación de un espacio y capacidad para retar de manera prácticamente impune al Estado, no al gobierno sino a la figura del Estado. Y, sin embargo, pese a estas tres condiciones, es muy difuso; no sabes si estás frente a kaibiles, no sabes si estás frente a exsoldados, no sabes si estás frente a chavos que fueron desaparecidos y hoy son parte integrante de esto.
Me parece que sigue siendo válida la cuestión que afirmé en Narcomáquina, esta característica fantasmagórica.
En la construcción social del miedo, una de las constantes es la de dejar en penumbras el mensaje total, porque entonces lo que viene es lo que yo llamo “trabajo de la imaginación”, donde uno es el que termina de completar esa narrativa. Por eso fueron tan polémicos los videos.
Creo que a lo largo de este año, y de cara a las elecciones de 2021, vamos a ir viendo un crecimiento de este tipo de mensajes.
También en Narcomáquina usted mencionó que frente a la corrupción del Estado Mexicano y de las instituciones, un contrapoder a la violencia del narco tenía que venir de la sociedad. A casi 10 años de ese ensayo, ¿la sociedad mexicana le ha ganado espacio al narco?
Híjole. Qué duro, pero la respuesta tiene que ser un contundente no. No hemos construido una estrategia de contra-máquina, como llamo en el ensayo.
Voy a citar aquí a Deleuze y Guattari, espero hacerlo de la manera más sencilla posible: lo que vemos aparecer son pequeñas máquinas de guerra por parte de la sociedad civil organizada y no organizada. Y por máquina de guerra estos dos autores entienden el uso del imaginario, del sentido y del discurso que viene de lo dominante, pero en un sentido que irrumpe y desgarra el velo de lo dominante.
Por ejemplo, creo que un trabajo muy importante lo hicieron en su momento las bordadoras. Pero es tal el nivel de violencia en este espacio lleno de urgencias que bordar pañuelos se ha desdibujado.
Pienso también en las rastreadoras, las familias que cavan con sus manos para sacar huesos. Quizá en este momento serían la contra-máquina más importante al discurso dominante del narcotráfico y del narco en un sentido más genérico.
Yo tiendo a ser optimista pese a mí misma, pero me cuesta decir que a lo largo de estos 10 años no hemos ganado. Hemos ido cediendo en costumbre, en normalización de la violencia ante las estadísticas funestas que cuentan muertos y no cuentan las vidas de las personas que fueron asesinadas. Hemos ido perdiendo capacidad de asombro frente al horror.
Ya se habla de fosas clandestinas con ciento treinta y tantos cuerpos o con ciento cuarenta y cinco huesos que hay que “ensamblar”, una palabra nueva que utilizó el responsable de la SEMEFO en Jalisco no hace demasiado tiempo. Que una autoridad hable en esos términos y que la sociedad no se escandalice de una manera plena y total, a mí me parece que es haber ya anestesiado nuestros sentidos.
Paisajes insurrectos en Jalisco
Usted describe un “paisaje insurrecto” como una revuelta de la imaginación, el momento en el que un colectivo de personas rechaza una realidad normalizada, como la violencia, y concibe el mundo que quiere: el primer paso hacia un nuevo mundo posible. Algunos ejemplos que ofrece en su libro son el #YoSoy132, el #NosFaltan43 y las concentraciones que tuvieron como símbolo esos hashtags.
Luego de que se dio a conocer la muerte del joven Giovanni López a manos de la policía municipal de Ixtlahuacán de los Membrillos, cientos de personas se conectaron en el hashtag #JusticiaParaGiovanni.
Lo que vimos el 4 de junio, la toma de Palacio de Gobierno, la quema de dos patrullas, ¿fueron un paisaje insurrecto, es decir, el primer paso hacia un nuevo mundo posible?
Yo todavía no tengo un análisis acabado de lo que pasó justamente con la respuesta social frente a lo de Giovanni. Me parece, por un lado, que hubo demasiada manipulación, mucho toqueteo por parte de unos y de otros actores políticos.
Por lo que yo logré reconocer, hubo presencia de jóvenes mujeres y hombres que han estado en las calles desde las manifestaciones por Ayotzinapa, eso te indicaría que hay un aprendizaje sociopolítico. Pero, en el caso de Giovanni, no se alcanzó a articular un mensaje lo suficientemente poderoso para acallar el uso político de la muerte, brutal y lamentable asesinato, de este joven.
Los partidos políticos piensan en los movimientos sociales como botines: aquel que se apropie del botín sale ganando. En este caso lo que estaba en disputa era muy oscuro: un conflicto entre lo federal y lo estatal muy terrible.
Me remonto hacia atrás. Lo que yo alcancé a ver con la desaparición de los tres estudiantes de cine de Guadalajara es que ahí sí se estuvo articulando una insurrección muy importante protagonizada por las y por los jóvenes.
La reapropiación que lograron hacer de convertir la Glorieta de los Niños Héroes en un lugar de memoria a manera de las dictaduras argentinas y chilenas no es un logro menor.
Sin embargo, hubo tanto dolor involucrado en las manifestaciones por los tres estudiantes de cine y las personas desaparecidas en Jalisco que fue muy difícil sostener la exigencia política de “ni uno más” en el espacio público de manera tan constante.
Hay un problema muy serio y es que las y los jóvenes están muy cansados: vienen de librar batallas muy duras desde 2012 y ahorita con la pandemia y con muchas cosas en contra es muy difícil articular.
También lo que veo es un fenómeno similar a lo que pasó con el triunfo de Fox. Cuando Fox llegó a la presidencia como que la gente bajó las manos y dijo “ah, pues ya llegó la alternancia y ya llegó la democracia” y ¡pum! La salida del PRI desinfló el movimiento social. Y puede estar pasando lo mismo con la llegada de López Obrador a la presidencia, o sea, una especie de “ya, ya ganamos, ya no hay nada que hacer”, cuando hay todo por hacer.
A sus estudiantes usted suele decirles que hay que ejercitarse en la metodología de los Thundercats: cuando Leonoro levanta su espada y grita “espada del augurio, déjame ver más allá de lo evidente”. En este momento de la historia, pensando en un estado como Jalisco y una ciudad como Guadalajara, ¿qué expresiones de malestar colectivo le parecen las más potentes?
Tendríamos que ver cuáles son los puntos sensitivos que más están lastimando o que más están ocasionando malestar en la ciudadanía. Sin duda, ahí tendríamos que ver los temas de seguridad y la incertidumbre económica profundizada por la pandemia. Y la otra tiene que ver con la repetición constante de esta narrativa política de que “nosotros ahora sí somos diferentes, nosotros vamos a hacer las cosas muy bien”.
La gente en el día a día sigue enfrentando las mismas dificultades de gobiernos que no son eficientes.
Si hubiera una lista de actores o movimientos con potencial en la entidad, ¿cuáles estarían?
El actor, en este momento, con mayor potencialidad para poner en problemas al Estado Mexicano es el movimiento feminista. No veo más. Son las chavas organizadas en estos colectivos y colectivas las que tienen la potencia para poner de cabeza a los gobiernos locales y el nacional-federal. Fuera de eso ahorita la ausencia de clases, del espacio de la universidad y de la escuela como lugar de acuerpamiento político, vuelve muy difícil el papel de los estudiantes.
¿Qué opina del FRENA?
Con respecto a FRENA guardo total distancia y una profunda crítica. Son los Bolsonaro mexicanos.
Están intentando jalar el malestar de mucha gente frente a la 4T, pero no creo que levanten porque gente de centro o izquierda jamás se sumaría, por más enojados que estemos con AMLO.
Ciudadanía en la red
De acuerdo con los datos más actualizados del CONAPO y el INEGI, en Jalisco hay 5.4 millones de usuarios de internet y otros 2.7 millones sin acceso.
Simultáneamente, en las últimas semanas vimos cómo, por medio de tuits, Guillermo del Toro contribuyó a frenar una iniciativa para desaparecer el FIDECINE; convocó a la exigencia de justicia por Giovanni y obligó al gobernador Enrique Alfaro, o por lo menos a su community manager, a dar explicaciones por la detención de un ciudadano en Tala por no traer cubrebocas.
Los jaliscienses sin acceso a internet, ¿son menos ciudadanos?
Para bien o para mal, la cultura digital es ya una cuestión imprescindible y lo estamos viendo ahora claramente con la pandemia. No es un lujo como suele pensarse, es una necesidad, un derecho humano básico que va a tener que incorporarse, muy pronto, a la cartilla de derechos humanos universales.
Lo fundamental aquí es la lucha que están dando colectivos como R3D, SocialTIC y muchos otros para evitar la monetización, hacer dinero con nuestros usos del internet.
Por el otro lado, no es que esos dos millones 700 mil jaliscienses sean menos ciudadanos sino que están en condiciones menos favorables para dar, desde internet, batallas fundamentales por el acceso pleno al trabajo, a la salud, a la educación.
Es terrible, es patético que tanta gente esté por fuera y descolgada del sistema.
Después de publicar el informe sobre los ciberataques a excolaboradores de Notimex, simultáneo al reportaje de Aristegui Noticias y Artículo-19, usted también fue objeto de ataques. No es la primera vez. Apelo a su experiencia: ¿quién gana cuando se anula el diálogo en las redes sociales?
Ojalá tuviéramos una bola de cristal para contestar de manera inequívoca, pero no hay una respuesta inequívoca. Indudablemente lo que se gana cuando enrareces de esa manera el espacio de lo público es fortalecer ciertas posiciones.
En el caso de Notimex es claro que hay una falta de voluntad de las autoridades por investigar estas estrategias de ataque de un lado y del otro, porque también hemos visto en los últimos meses campañas orquestadas contra López Obrador.
Quienes perturban el debate público no están peleando de una manera legítima contra posiciones opuestas. Por eso la resistencia ciudadana es fundamental: convertirse en un usuario o usuaria de redes con capacidad de discernimiento es vital.
Vienen tiempos duros. De cara al 2021 veremos enrarecerse el panorama. Los partidos van a tirar mierda con ventilador y tenemos que estar preparados para una resistencia ciudadana inteligente, amorosa, protectora de los otros: acompañar a las madres de familiares de desaparecidos y de ejecutados; mantener el dedo en el renglón de la exigencia sobre la libertad de internet; no sumarse a estas estrategias de linchamiento y de construcción de odio en el espacio público.
La resistencia ciudadana desde la trinchera de la decencia y de la búsqueda de una democracia que nos alcance a todos va a ser fundamental para no perder la cabeza de aquí al 2021.
¿Qué corresponde a la sociedad?
La autorregulación. Yo no soy partidaria, para nada, de una intervención externa que te sancione con el dedito y te diga “si haces tal cosa, te voy a castigar”.
Una cuestión en términos de autorregulación es pensar dos veces antes de un RT. Yo digo que este dedito -el índice- es el responsable de muchas de las broncas terribles que hacen en Twitter, por ejemplo.
Las redes tienen esa característica de convertirse en una especie de mónadas, en términos filosóficos, que ratifican tus propias expectativas, tus propias creencias, tus propias opiniones.
Si yo veo un comentario incendiario que ratifica lo que yo pienso tanto a favor como en contra de una persona, inmediatamente, a veces sin preguntármelo, le doy RT. Y luego eso se va incendiando y después me entero de que la cuenta que puso eso tiene 8 seguidores y la abrieron ayer. Si uno va a dar un RT, mínimo que te cerciores a quién le estás dando RT.
No hay recetas para contenerse, yo creo que es un ejercicio cotidiano.
Poco antes de fallecer Focault, un periodista le preguntó: “maestro, ¿cuál es el desafío ético más importante que ha enfrentado a lo largo de su vida?” Y Foucault, que era un sabio, volteó y le dijo: “mire, el desafío ético lo enfrento todos los días. Es una batalla cotidiana, no se acaba».