Economía social, solidaria y comunitaria
Las cinco agendas de reflexión: tercera parte
Por: Jorge Rocha
Sin lugar a dudas, la otra crisis que sufriremos como humanidad en este año será la económica. Diversos organismos internacionales y analistas económicos auguran un año muy negativo para la economía: cierre de empresas, incremento del desempleo, ruptura de cadenas productivas, baja en el ahorro, crecimiento del endeudamiento, inestabilidad de los mercados, entre otros.
Algunos escenarios prevén que, en el caso de México, el decrecimiento del producto interno bruto será entre el -6.6 al -9%, sabiendo que cada punto porcentual implica la pérdida de 200 mil empleos formales. Otro de los efectos ligados a esta crisis será el incremento de la violencia en muchas de sus manifestaciones. Incluso hay quienes señalan que la crisis económica de este año 2020, será similar o peor que la gran depresión del año 1929. Dicho de otra forma, nos espera un escenario muy complicado para muchas familias en términos económicos.
Una de las reflexiones más interesantes que se han suscitado a partir de esta pandemia producto del COVID-19, es el cuestionamiento al sistema económico global, que basa su funcionamiento en la creación de renta a través de mecanismos financieros; que produjo un sistema de división internacional del trabajo de forma global; que mercantilizó muchos bienes y servicios que antes eran de disfrute comunitario; que externalizó como nunca antes los efectos nocivos de los procesos económicos, entre ellos la sobre -explotación de la naturaleza y la generación de una inmensa cantidad de residuos, muchos de ellos tóxicos; donde la expansión del modelo productivo tiene como una de sus bases fundamentales, asociar la obtención de mercancías con la felicidad; y donde la llamada obsolescencia programada (que las cosas dejan de funcionar de manera temprana) y la obsolescencia percibida (que los usuarios crean que tienen que renovar un producto aunque realmente no sea necesario) están a la base de la mercadotecnia que nos inunda los sentidos todos los días.
Está muy documentado que este modelo generó una gran desigualdad a nivel global y que en el caso de México nos ha dejado que por lo menos, desde hace una década, tengamos a 50 millones de personas en pobreza de forma sistemática.
Una de las preguntas más serias y profundas que se han planteado durante esta crisis, es precisamente, qué cambios debemos hacer en materia económica para generar condiciones sociales de mayor igualdad y de menos vulnerabilidad social. Desde hace años, organizaciones sociales, comunitarias y algunos académicos, han generado propuestas y modelos en torno a nuevas propuestas económicas, que podríamos englobar de forma muy amplia en la economía social, solidaria y comunitaria, que tiene varios principios y formar de proceder, que para el momento presente pueden resultar de suma utilidad.
En primer lugar se busca recuperar la mayor capacidad productiva de los territorios, que, rescatando conocimientos y prácticas adquiridas en el tiempo, puedan producir la mayor cantidad de bienes y servicios en el ámbito local y cercano; y con ello lograr la menor dependencia posible de los entornos económicos globales para la adquisición de mercancías, sobre todo las más fundamentales.
Además se propone generar redes de cooperación y solidaridad en tres ámbitos de la economía: en la producción (empresas sociales y cooperativas de producción); en el consumo (grupos y cooperativas de consumo); y en el financiamiento (cajas de ahorro populares). En estos tres procesos, el asunto clave es la capacidad de generar redes de confianza y apuestas comunitarias para enfrentar los procesos económicos, donde se enfatiza la propiedad comunitaria y la solidaridad entre sus miembros.
También se incentiva el consumo local con el fin de favorecer a los productores de bienes y servicios de la propia comunidad, con lo que se genera un efecto de reinversión en las propias localidades y por ende, se posibilita un mayor desarrollo de capacidades de las empresas locales.
Al propiciar los procesos anteriormente citados, tiene a incrementarse una lógica de desarrollo endógeno o local, donde es más fácil lograr procesos más justos de distribución de la riqueza y los beneficios del proceso económico pueden llegar al mayor número de personas. La clave no es enriquecerse más de forma individual, sino que la mayor parte de los ciudadanos tengan lo necesario para vivir de una forma digna.
A la par de estas reflexiones, una de las preocupaciones que este tipo de propuestas han recuperado, es generar procesos productivos más sustentables y donde el cuidado del medio ambiente es una variable clave para su desarrollo. Esto significa generar procesos productivos que no exploten los recursos naturales y que los residuos de estos procesos no sean nocivos para la naturaleza. Es lo que ahora se llama la economía circular o cerrada.
Durante cuatro décadas el mundo apostó a un modelo económico que ha provocado muchos problemas y la pandemia del COVID-19 sacó a relucir de forma muy cruda sus efectos negativos. La nueva normalidad implicará cambios profundos en esta esfera, y si no es así, poco habremos aprendido de lo que nos está pasando.
Dr. Jorge Rocha Quintero
Dr. Jorge Rocha Quintero. Académico del ITESO. Colaborador de El Puente. Escribe en revistas y medios de Jalisco y de la Compañía de Jesús. Le va a Atlas aunque ganen.
La pademia como cualquier crisis tiene que ser una oportunidad para reinventarnos. Cambiar nuestra visión frente al mundo, emprender sin miedo experiencias comunitarias, que no son nuevas, porque ya eran practicadas por muchos pueblos en el mundo, por muchas comunidades , pero que hemos olvidado. Debemos a aprender a des aprender, a volver sobre nuestros pasos a buscar el bien común. Ante todo el bien comunitario sobre el particular.