Evaluación 2010, escenarios 2011
Publicación Original en la revista Christus en la edición Enero-Febrero 2011 Comenzamos el año 2011...
Publicación Original en la revista Christus en la edición Enero-Febrero 2011 Comenzamos el año 2011...
Termina el año 2010 que en términos generales podríamos catalogar como un mal año para...
;">“Ustedes son la luz del mundo” (Mt 5, 14). Con estas palabras Jesús indica a sus discípulos en qué consiste su vida y su misión. Son palabras que nosotros tenemos que llevar en lo más profundo de nuestro corazón, puesto que en el Bautismo fuimos iluminados por Cristo y se nos pidió vivir siempre como hijos e hijas de la luz. De aquí la otra petición de Jesús: “Que […] brille la luz de ustedes ante los hombres” (v. 16). El discípulo, al igual que el Maestro, tiene que ser luz.
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5, 3). Así comienza Jesús el Sermón de la Montaña. Esta bienaventuranza es la síntesis de las otras siete y del proyecto de vida de los discípulos y discípulas de Jesús. Todos y todas hemos recibido el llamado a tener espíritu de pobres y nuestra vida tiene que ser un esfuerzo permanente por vivir así. Y hay una garantía: quien tiene espíritu de pobre tiene abierta la puerta de entrada al Reino.
El pueblo que yacía en tinieblas vio una gran luz (Mt 4, 16). Con estas palabras tomadas del profeta Isaías, y además proclamadas en la primera lectura de hoy, el evangelista san Mateo explica lo que significó la acción de Jesús en Galilea y sus alrededores: se convirtió en luz para todos los pueblos de la tierra. Quien es iluminado por Jesús, como Él tiene que convertirse en luz para los demás, por lo que cada bautizado tiene la obligación de iluminar la vida del mundo.
“Doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios” (Jn 1, 34). Con estas palabras termina Juan el Bautista la presentación de Jesús ante su pueblo. Ya le había preparado el camino a Jesús, ahora lo presenta como el importante, como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, como el que va a bautizar con el Espíritu Santo, como el Hijo de Dios. Esto que hace Juan –dar testimonio de Jesús– es lo que tenemos que hacer quienes estamos bautizados.
“Es necesario que […] cumplamos todo lo que Dios quiere” (Mt 3, 15). Así le dijo Jesús a Juan el Bautista para convencerlo de que lo bautizara, tal como estaba haciendo con las personas que confesaban sus pecados y expresaban su compromiso de cambiar de vida para disponerse a recibir el Reino de Dios. Con esto Jesús se manifiesta como Hijo obediente a Dios desde el comienzo de su misión. La obediencia a Dios es algo que no nos tiene que faltar a los bautizados.
“Vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo” (Mt 2, 2). Con estas palabras que los magos de Oriente dijeron en Jerusalén, al preguntar por el rey de los judíos recién nacido, aparece claro que el Reino de Dios está abierto a todos los pueblos de la tierra y que todos los pueblos de la tierra están abiertos al misterio del Reino. Los magos, al igual que María, lo reflexionamos ayer, eran personas abiertas al misterio y creyentes en Dios: vieron y siguieron su estrella.
“Guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 19). Varias veces san Lucas nos dice esto de María, lo que indica la actitud de la Virgen ante el misterio. Son palabras que manifiestan que María era una verdadera creyente. Hoy que comenzamos el año 2011, con la Eucaristía le agradecemos a Dios el testimonio de la Virgen María y su servicio como Madre de Dios. También oramos por la paz, dado que es la jornada mundial de oración por la paz.